Blog de Dolors Colom Masfret. Plusesmas.com

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Directora Científica del Master Universitario de Trabajo Social Sanitario. Estudios de Ciencias de la Salud. Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Profesora asociada del Grado de Trabajo Social. Universidad de Barcelona (UB). Directora de la revista Agathos, atención sociosanitaria y bienestar.

La momificación en los cargos de representación: primer eslabón de la corrupción

jueves, 29 de noviembre de 2012

A 27 de noviembre de 2012

«Fulanita de tal lleva veinticinco años como decana de...», «Menganito de cual, acaba de celebrar veinte años como director de...», «Zutanita de allá arriba, deja su trabajo para dedicarse en exclusiva a las funciones de la presidencia de...», etcétera. ¿Y eso? La pregunta retumba por dentro. Si uno pasa lista a su círculo inmediato y lo analiza, siente el susto en el cuerpo, porque no puede menos que identificar los indeseables patrones dictatoriales que nada tienen que ver con la democracia de la que atardecen las entidades modernas. Así, determinadas personas, cada lector, cada lectora, les pondrá cara, buscan momificarse en los cargos de representatividad y, con recursos torticeros, con mala fe, algunas lo consiguen. Por suerte no todas. La palabra democracia, participación, consenso, ciencia, les llena la boca, pero la realidad, a la luz de los hechos, y solo a ellos nos podemos remitir en este caso, suele mostrar que lejos de defender las causas que las catapultaron, lo que buscaban eran sus sillones y las prebendas a ellos zurcidas.

Unas veces porque participaron en la puesta en marcha de «la cosa», la sienten suya, perdiendo de vista que no lo es. Otras veces, pobrecitos, su ego envanecido, poco a poco, se torna caníbal y lejos de asumir la función virtuosamente y con transparencia, lejos de asumirse como parte del engranaje de los esfuerzos anteriores, sacan el cortacésped y no dejan pies en el suelo. Muchos de estos cargos pertenecen a entidades subvencionadas por completo o en parte, pero como coloquialmente se dice «el dinero les llega sin pegar un sello», solo por existir y pedir. Este es su cotarro, un cotarro que esconde la causa que les anima a buscar la momificación, dejando aparte la rendición de cuentas, la transparencia de la gestión y el respeto y el recuerdo de quienes antes estuvieron ahí. Su cotarro se mueve y sostiene entre apaños, tejes y manejes.

Cualquier tipo de subvención significa que «todos somos paganos» de esas entidades y, por tanto, su transparencia debería ser mascarón de proa de quienes las dirigen. Los ciudadanos nos merecemos la claridad de las organizaciones a las cuales, directa o indirectamente, o en ambas formas a la vez, sostenemos económicamente. Es la falta de rendición de cuentas la que permite el salpicado de escándalos de corrupción que van minando la confianza de las personas en el sistema. El sistema no falla, fallan quienes manejan mal los hilos, quienes se han hecho con las cuentas de todos, con los derechos de todos a quienes representan, sea profesional o políticamente. Fallan quienes desde el envanecimiento de su cargo, piensan más en las fotos que en su responsabilidad. Fotos en plural porque no se conforman con una. Y muy lejos de cumplir con su función dilapidan los principios y valores de la entidad, de sus fondos económicos que convierten en vitalicios particulares. No se puede culpabilizar al sistema de lo que remueven las manos de las personas con representatividad, de sus juntas, de sus asesores, de sus «como quiera que se llamen» que anidando en las estructuras que este sistema les permite y quedando engarzados en ellas como parásitos de por vida, lo pervierten, lo degradan y lo desangran.

Así, un buen día, los asociados, los colegiados, quienes pagan la cuota, se dan cuenta de que esa entidad a la que contribuyen con su esfuerzo, a la que le brindan su confianza, ha sido parasitada. El arte de saber irse es un valor añadido a cualquier persona que noblemente aspire a un cargo de representatividad y a su buen ejercicio. El ciudadano ve como esos personajes asaltan las instituciones y lejos de promover actitudes democráticas, auspician las formas más tiranas. Y como parásitos de primera que son, se las apañan para que, siempre democráticamente, puedan saltarse esta parte del asunto que les impediría malversar los euros, la rendición de cuentas.

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