Blog de Dolors Colom Masfret. Plusesmas.com

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Directora Científica del Master Universitario de Trabajo Social Sanitario. Estudios de Ciencias de la Salud. Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Profesora asociada del Grado de Trabajo Social. Universidad de Barcelona (UB). Directora de la revista Agathos, atención sociosanitaria y bienestar.

Pétalos de «Rosa» y «Hojas» de libro: aromas de Sant Jordi atravesando tiempos

miércoles, 23 de abril de 2014

A 23 de abril de 2014

Ayer abrí un libro y entre sus páginas encontré una rosa dormida, tan fina como el mismo papel. Su frescura se había perdido, pero aun así, atesoraba el latido del jardín donde vivió y el afecto de las manos que la cuidaron y la protegieron... Pensé en la «Rosa» que Antoine de Saint-Exupéry, en homenaje a su esposa Consuelo Suncín-Sandoval Zeceña, dibujó para su «Pequeño Príncipe» ese que, cuando miramos al cielo y localizamos su estrella, a veces, cuando no está con la liebre, lo escuchamos reír.

Un viejo aroma, mezcla del olor de pétalos envejecidos y de hojas de papel amarillento, me alcanzó. Cerré los ojos y cabalgué por esos valles a los que la nostalgia llega deshecha pero, a pesar de todo, sigue siendo nostalgia. Aquella «Rosa» de antaño abrazada eternamente por las «Hojas» del libro igualmente añejo me emocionó porque en sus páginas, Édith Piaf (1915-1963), eternamente soñadora y en palabras de Jean Cocteau, «cuando canta, diríais que se arranca el corazón», seguía viviendo. Junto a ella, sus inseparables Yves Montand, el mencionado Jean Cocteau, Marlene Dietrich, George Moustaki, Théo Sarapo, Charles Aznavour... [El libro: 'Edith Piaf'. Monique Lange (1992), Barcelona, Edicions 62, Colección 'Pere Vergés de Biografias'].

Así me di cuenta que llegaba el día Sant Jordi. Y en mis manos sostenía un libro y una rosa, el símbolo de la «Diada» pero el libro llevaba editado más veinte años y la rosa estaba allí guardada, seguramente, el mismo tiempo. Ambos acababan de escapar de la estantería de siempre, convertidos de nuevo en presente, prestos a recorrer mesas y viajar en bolsas de equipaje.

Quería felicitarle, amigo lector, amiga lectora, este Sant Jordi con alguna novedad editorial, pero se me ha colado este viejo libro sobre la vida de Edith Piaf, a la par que ésta vieja rosa que reposaba en su interior. Lo bello, lo cierto, no tiene tiempo, no envejece, solo acumula tiempo, un tiempo que no hace mella en su espíritu.

En realidad empecé este relato en víspera de Sant Jordi, dentro de ese tiempo que transcurre en un espacio derretido a la espera de una nueva realidad que el paso de los años, nos descubre que lo de menos, es que acontezca. Es suficiente con haberla imaginado, con haberla visto navegar hasta el puerto de la posibilidad, ese puerto cuya naturaleza lo posibilita todo y lo hace para siempre sin restricción ni caducidad. Por Sant Jordi las calles de muchos pueblos huelen a flor y a libro, huelen a lo diario, a lo cotidiano convertido en fiesta... huelen a sueños... huelen a recuerdos... y huelen a olvidos... también a esperanza.

Y ahora imagino que mujeres con una vida caminada, recordarán aquella primera «Rosa» llegada de la mano del enamorado y que durante días, llenó su habitación del aroma que les recordaba a su amor. Recordarán como cada día al despertar, su primera mirada era para la «Rosa» que se mostraba altiva y segura de su significado, de su sinceridad. Pero, tal cual la vida misma, recordarán el día en que la «Rosa» decayó y con la desolación de lo que se va yendo sin saber aún que, ciertamente se va, sin poder hacer nada, la tomaron por lo que significó y la acunaron entre las páginas del libro que las consolaba. Recordarán que terminado el libro, allá quedó olvidada aquella rosa que quizás, años más tarde, regresó de su eternidad para recordarles e inspirarles la suya propia.

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