La televisión

La televisión

Al contrario que nuestros padres, crecimos con el cine; a diferencia de nuestros hijos, fuimos niños sin televisión. La televisión entró en mi vida a los 15 años. En el pueblo fue todo un acontecimiento.

Los labradores dejaban de ir al campo las tardes que retransmitían una corrida de toros. Series como Bonanza o El Virginiano interrumpían las partidas en el bar y congregaban a hombres de todas las edades alrededor del televisor los domingos por la tarde. Resultaba enternecedor ver la cara de niño con que esos hombres recios seguían las andanzas de los Cartwright o de Trampas. Nunca había visto tal expresión en caras tantas veces vistas.

Aunque habría que ver la cara que se nos quedaba a nosotras cuando apretabas el botoncito y aparecía en el salón de tu casa un hombretón como El santo, que no era otro que Roger Moore en sus mejores tiempos, o el Dúo Dinámico bailando un twist.

Alguien dijo que la televisión es un invento que te permite entretenerte en tu cuarto de estar con gente a la que no querrías tener en tu casa. Eso no ocurría entonces, u ocurría en menor medida que ahora. Salir en la tele proporcionaba no sólo fama, sino también prestigio, porque a la tele iba quien había hecho algo importante, quien tenía algo interesante que decir o a participar en algún concurso. Por eso la tele se llenó de amigos, ya que amigos considerábamos a Félix Rodríguez de la Fuente, a Narciso Ibáñez Serrador o a Miguel de la Quadra-Salcedo. Ver aparecer su rostro en la pantalla nos producía similar alegría que ver la cara de un amigo asomar por la puerta de casa.

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