BUENA COMUNICACIÓN

Encontrar el diálogo entre padres e hijos

Encontrar el diálogo entre padres e hijos

Padres e hijos deben aprender de nuevo a hablar entre ellos.

Sin órdenes, pero con autoridad y cariño. Padres e hijos deben recuperar el diálogos, como claves de la comprensión y la confianza mutuas.

Entablar un diálogo auténtico con los padres ancianos no es fácil para los hijos debido a que, con frecuencia y a lo largo de los años, entre ellos se ha establecido un tipo de diálogo edulcorado. No es raro que unos y otros hayan acabado adoptando la costumbre de elegir las noticias que se intercambian, dando prioridad a las buenas y silenciando las que pueden ser causa de inquietud o de conflicto. Como resultado, surgen comportamientos estereotipados y artificiales.

Cuando sobreviene la crisis, padres e hijos deben aprender de nuevo a hablar entre ellos. Ahí reside la mayor de las dificultades y, a la vez, la clave de la comprensión y la confianza mutuas.

¿Qué tipo de diálogo debe adoptarse?

Las órdenes están fuera de lugar. Éste es un principio básico, una condición indispensable para un intercambio verbal equilibrado, respetuoso con el otro y eficaz. Si hay que convencer a un padre anciano para que abandone su domicilio por peligroso o mal adaptado, hay que evitar frases como «No puedes quedarte aquí; la casa no está preparada, es peligrosa», porque la reacción puede ser una rotunda negativa, ya que el mayor se puede sentir herido al considerar, con razón, que se decide sin contar con él.

El diálogo debe recurrir a vías distintas al autoritarismo, aun cuando éste se exprese de forma cariñosa. Es preferible expresar la misma idea recurriendo a frases como «Estoy preocupado por ti. Tengo la sensación de que esta vivienda no presenta todas las garantías de seguridad; tengo miedo de que te pase cualquier cosa y de no poder intervenir con rapidez». De esta manera, la idea se personaliza, se argumenta y no resulta autoritaria. Y, al ser más afectiva, abre la puerta al diálogo.

No hay que olvidar nunca la vivencia social de las personas mayores. En su época, los viejos, como se les llamaba entonces, convivían con las familias y disfrutaban de un respeto que, a veces, llegaba hasta la veneración. Los tiempos han cambiado: muchas mujeres trabajan fuera de casa; ha variado el papel que desempeña cada uno de los miembros de la familia, y la propia estructura de ésta se ha modificado profundamente. Además, las personas mayores han vivido la guerra, una época en la que la supervivencia era esencial. Y esa experiencia tiene su peso cuando la dependencia las golpea.

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