Jubilación: edad de retos y logros personales

Jubilación: edad de retos y logros personales

- La franja de edad que se aproxima a los sesenta años es, potencialmente, muy valiosa desde una perspectiva social, emocional e intelectual. Sin embargo, cuando se llega a esta edad, es cuando se interioriza, en primera persona, una de las distorsiones cognitivas más paralizantes y destructivas, la rotunda desvalorización de esta etapa de la vida.

- La educación judeocristiana mediterránea que hemos recibido tradicionalmente nos ha orientado a la entrega absoluta, al sacrificio, la pasividad, la culpabilización y, en el caso de la mujer, además, a la sumisión y circunscripción al hogar, envueltas en el blindaje de una mal entendida discreción que mantenía en el anonimato el mérito y la contribución social que aporta con la función que se le asigna en la familia, actuando como educadora, administradora, intendente, cuidadora, por citar solo algunas de sus responsabilidades en este ámbito.

- Para agravar las cosas, desde la revolución industrial, movimiento social que se inicia en el s. XVIII, se focaliza la atención en los resultados económicos y en la valoración de las personas por la productividad. Esta apreciación se traslada a un concepto de «período útil de la persona», que significa una consideración puramente economicista y sesgada, y que afecta a hombres y mujeres que se integran en la dinámica del trabajo remunerado.

- Estas falsas y restrictivas atribuciones desembocan en la certeza de que las personas pierden su razón de existir cuando la organización para la que trabajan decide que su trayectoria profesional y laboral está agotada, y se ven desplazadas del que, posiblemente, sea el único entorno social de referencia, o cuando ya no tienen hijos o familiares a los que cuidar y apoyar en la consecución de sus logros profesionales.

- Para entender el efecto psicológico que produce la interiorización de estos condicionantes sociales y evitar desperdiciar esta etapa de la vida, se debe reparar en los pensamientos automáticos que se generan por una inadecuada atribución de significados sobre las situaciones que afectan a las personas, ajustarlos a la realidad y, así, disfrutar de un adecuado equilibrio emocional.

- Por ejemplo, ante el acontecimiento de la jubilación o la emancipación del último hijo que queda en casa, se asume el pensamiento distorsionado de que el trabajador o la figura parental dedicada a ese hijo ya no sirve para nada. Como es lógico, este pensamiento producirá desestabilización emocional y una profunda tristeza por la certeza de haber agotado su razón de existir. A partir de ese momento, se generan actitudes pasivas y un paulatino abandono personal en todos los aspectos.

- Si estas situaciones se analizan sin el sesgo de las falsas atribuciones, se aprecia que las personas son capaces de realizar más cosas que un trabajo remunerado o cuidar a los hijos, lo que ocurre es que han focalizado todo su esfuerzo en un solo interés y han abandonado el resto y el estímulo de su propio potencial humano.

- Existe una percepción generalizada de que la existencia es una sucesión de compartimentos estancos, cuando, en realidad, la trayectoria de la vida es un proceso evolutivo en el que el ser humano se puede enriquecer sin limitaciones.

- Si en el plano fisiológico los avances científicos están contribuyendo considerablemente a mejorar la calidad de vida, cuidemos nuestro bienestar psicológico y social para disfrutar de una buena salud integral.

- La prevención es una buena aliada; demos continuidad al interés por ejercitar nuestra capacidad intelectual sobre temas que nos interesan, las supuestas limitaciones son una falsa creencia. Cuidemos nuestras relaciones sociales y compartamos con ellas intereses y aficiones; si no las tuvimos, es el momento de buscarlas o recuperarlas. Es muy importante no buscar justificaciones para relajarnos (lo que ejercitamos se consolida o se mejora) y mantener los hábitos de vida, como son el cuidado personal, una alimentación sana y ejercicio físico adecuado y regular; evitar el patrón de comportamiento de pasividad-dependencia y adoptar el de autonomía-colaboración, que es decisivo para mantener una buena autoestima.

(Adelina Sánchez Adeva. Psicóloga)

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