Voluntariado, una labor gratificante

Voluntariado, una labor gratificante

Muchas personas que están a punto de jubilarse, o acaban de iniciar su jubilación, han encontrado en el voluntariado una actividad nueva a la que muy difícilmente hubieran podido dedicarse en el transcurso de su vida laboral y que los llena por completo. Se sienten útiles y, en más de una ocasión, imprescindibles. Estos tres casos son un ejemplo de muchos otros que día a día se llevan a cabo por toda España.

Daniel García Folqués tiene 62 años y es voluntario social. Cuando le tocó prejubilarse a los 58 años, tuvo muy claro que no estaba dispuesto a sentarse y ver pasar la vida. Químico de profesión, casado y con seis hijos, decidió brindar su gran empuje, su tesón y su compañía a alguien que lo necesitara. Desde entonces acude todos los días a la ONG de voluntariado social

Desarrollo y Asistencia, enfocada principalmente a los mayores. «Cada día es muy diferente, además de solventar asuntos de papeleo y burocráticos y ayudar en todo lo que puedo, soy el coordinador de uno de los grupos de visitas a domicilio a personas que viven solas o están enfermas». Sin embargo, a Daniel el cuerpo le pedía más y decidió pasar a la parte activa. Así, desde hace más de dos años, acude al Centro Municipal de Acogida San Isidro, de Madrid, en el que conviven personas «sin techo» toxicómanos y alcohólicos. «Se trata de un centro de 266 plazas que acoge a personas sin hogar -explica su directora Mercedes Portero- y que está siempre lleno. El que viene aquí es por su propia voluntad, no se obliga a nadie y de hecho se marchan cuando quieren. Contamos con la colaboración de 20 voluntarios, en su mayoría jubilados y tengo que decir que su labor es indispensable. Ellos vienen a dar su cariño pero también reciben el afecto y el agradecimiento de las personas que tienen asignadas».

Actualmente Daniel presta su ayuda a Manuel, gestor inmobiliario, alcohólico desde hace más de doce años, cuyas facultades mentales están seriamente dañadas. «Manuel me espera todos los martes, y salimos a pasear, a tomar café... Se trata, de alguna manera, de que forme parte de la sociedad en estos aspectos tan simples y tan bonitos de la vida, le cuento lo que ocurre a nuestro alrededor, en el mundo, le hablo de mi familia. Personalmente me resulta una labor muy gratificante y satisfactoria y estoy convencido de que es mi tiempo mejor empleado a lo largo del día».

Más información en la ONG Desarrollo y Asistencia. Tel.: 91 554 58 57

Ernesto Vollmer, profesor de informática a los 65
Ernesto Vollmer a sus 65 años se levanta a las seis de la mañana y acaba el día sobre las doce o la una de la madrugada. Desde que cruzó la frontera de la jubilación -provenía del mundo de la banca-, se ha dedicado por completo a los demás. No se resigna a estar parado. Es un hombre activo; lo ha sido desde siempre. «La edad no es obstáculo -dice con buen humor- para que uno, por el hecho de jubilarse, se quede sin hacer nada.

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