Aceptar su edad

Afrontar el envejecimiento de nuestros padres

Afrontar el envejecimiento de nuestros padres

Que nuestros padres puedan envejecer a nuestro lado, si ello es posible, puede ser una oportunidad excelente para devolver, solo en una mínima parte, lo que ellos hicieron por nosotros. Si podemos ayudarlos sabiendo cómo hacerlo y con actitud positiva, este inevitable proceso será mucho más llevadero para todos.

Un mal día, por causa de un accidente o enfermedad, o bien por un deterioro físico o mental de larga duración, aquellos padres fuertes, sobre los que nos apoyamos en la infancia, pierden su autonomía y dependerán de nosotros para poder vivir.

Esta es una circunstancia que afecta a todos: al cuidador, a la familia y, también, al propio anciano.

¿Cómo vive esta experiencia el cuidador?

Afrontar la situación de dependencia de nuestros padres provoca muchas reacciones, que pasan por diferentes fases:

  1. Negación
    «Esto no puede estar pasándome a mí». Aunque racionalmente sabemos que ese día llegará, no es fácil aceptarlo. El niño que llevamos dentro desea que ellos no sufran y que todo vuelva a ser como antes. Julia (45 años), casada y con un trabajo estresante, se encontró súbitamente con una madre inválida como consecuencia de un derrame cerebral. Julia creyó que no era grave y que su vida continuaría como antes. No fue consciente de las dificultades reales hasta que tuvo que llevársela a su casa. La negación del problema dificultó la relación entre ellas.

  2. Confusión
    Una vez que el problema está presente y no hay escapatoria ni posibilidad de negación surgen las dudas: ¿Y ahora qué hago? ¿Cómo podré atender a mi padre o a mi madre? ¿Con qué medios cuento? ¡Si no tengo tiempo, ni dinero, ni espacio! Se producen reacciones que van desde la hiperactividad a la pasividad o bloqueo, además de tener pensamientos obsesivos que impiden encontrar soluciones.

  3. Caos emocional
    La involución de nuestros padres provoca una catarata de sentimientos contradictorios. Cuando ya no fue posible negar la situación, Julia empezó a ponerse muy nerviosa, irritable, llegó a pensar que su madre llamaba la atención como si fuera una niña. Salía de casa enfadada y, cuando llegaba a su despacho, se ponía a llorar.

    La frustración es un sentimiento frecuente. «¿Por qué a mí en este momento?». Es normal debatirnos entre la rabia y la culpa. Por un lado amamos a nuestros padres, pero no soportamos que estén enfermos y sean dependientes. Dudas, miedos, sobre todo hacia el futuro. ¿Qué va a pasar? ¿Cuánto tiempo? Esencialmente se tiene miedo al sufrimiento, tanto nuestro como del ser que amamos. La frustración nos convierte en intolerantes y críticos; sufrimos y hacemos sufrir.

  4. La depresión
    Para Julia, llegó un momento en que la lucha entre la frustración y la culpa la llevó a la depresión. No tuvo más remedio que ir al psiquiatra, quien le recomendó acudir al psicólogo para hablar de sus problemas y dudas; tuvo ocasión de desahogar sus sentimientos, tanto positivos como negativos y ocultos.

  5. La aceptación da paso a la ternura
    El psicólogo ayudó a Julia a despedirse de la madre que fue y ya no es ni será jamás. Decir adiós es duro, pero, tras la aceptación, el miedo y la rabia desaparecen, dando paso a la expresión del cariño, reconocimiento y agradecimiento. A partir de aquí, todo fluye de forma natural.

Francisco (58 años). «Yo era competitivo con mi padre. Él era un hombre fuerte, muy culto. Un día tomé consciencia de su involución, y no volví a discutir con él. Poco a poco le fui viendo como a un niño y cada vez sentía más ternura por él. Cambiaron los papeles y me convertí en un padre, cuidándole lo mejor que pude, y, cuando todo acabó, a pesar de la tristeza, me sentí bien conmigo mismo. Recuerdo todo aquello con sensación de amor y bienestar».

Todas estas fases que hemos visto son normales, le pasa a todo el mundo. No se es un mal hijo por estar confuso o no saber cómo actuar. Lo verdaderamente importante es llegar a la aceptación lo más rápidamente posible, pues esta fase facilita encuentros preciosos llenos de amor y ternura. Mirar con serenidad la posibilidad de la pérdida, asumir que pronto ellos nos van a dejar para siempre es un paso importante para valorar el presente y es una oportunidad para rescatar escenas positivas del pasado, intercambiar frases amorosas y de agradecimiento.

Victoria Artiach Elvira. Psicóloga-psicoterapeuta.

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