Aquí me pongo a cantar, Jorge Cafrune

Aquí me pongo a cantar
al compás de la vigüela,
que al hombre que lo desvela
una pena estraordinaria,
como el ave solitaria,
con el cantar se consuela.

Pido a los santos del cielo
que ayuden mi pensamiento;
les pido en este momento
que voy a cantar mi historia
me refresquen la memoria
y aclaren mi pensamiento.

Mas ande otro criollo pasa
Martín Fierro ha de pasar;
nada lo hace recular
ni las fantasmas lo espantan;
y dende que otros cantan
yo también quiero cantar.

Cantando me he de morir,
cantando me han de enterrar,
y cantando yo de de llegar
al pie del Eterno Padre:
dende el vientre de mi madre
vine a este mundo a cantar.

Con la guitarra en la mano
ni las moscas se me arriman;
naides me pone el pie encima,
y cuando el pecho se entona,
hago gemir a la prima
y llorar a la bordona.

Yo soy toro en mi rodeo
y toraso en rodeo ajeno;
siempre me tuve por güeno,
y si me quieren probar,
salgan otros a cantar
y veremos quién es menos.

No me hago al lao de la huella
ni aunque vengan degollando;
con los blandos yo soy blando
y soy duro con los duros,
y ninguno en un apuro
me ha visto andar titubiando.

En el peligro ¡ qué Cristo ¡
el corazón se me enancha
pues toda la tierra es cancha,
y de esto naides se asombre:
que el que se tiene por hombre
donde quiera hace patancha.

Y atiendan la relación
que hace un gaucho perseguido,
que padre y marido ha sido
empeñoso y diligente,
y sin embargo la gente
lo tiene por un bandido.

Ninguno me hable de penas,
porque yo penando vivo,
y naides se muestre altivo
aunque en el estribo esté,
que suele quedarse a pie
el gaucho más alvertido.

Junta esperencia en la vida
hasta pa dar y prestar
quien la tiene que pasar
entre sufrimiento y llanto,
porque nada enseña tanto
como el sufrir y el llorar.

Viene el hombre ciego al mundo,
cuartiando la esperanza,
a poco andar ya lo alcanzan
las desgracias a empujones.
¡ La pucha ¡ que trae lociones
el tiempo con sus mudanzas.

Yo he conocido esta tierra
en que el paisano vivía
y su ranchito tenía
y sus hijos y mujer.
Era una delicia ver
cómo pasaba sus días.

Y apenas la madrugada
empezaba a coloriar,
los pájaros a cantar
y las gallinas a apiarse,
era cosa de largarse
cada cual a trabajar.

Y allí el gaucho inteligente
en cuanto el potro enriendó
los cueros le acomodó
y se le sentó enseguida,
que el hombre muestra en la vida
la astucia que Dios le dio.

Y en las playas corcobiando
pedazos se hacía el sotreta,
mientras él por las paletas
le jugaba las lloronas,
y al ruido de las caronas
salía haciéndose gambetas.

¡ Ah tiempos ¡... Si era un orgullo
ver ginetiando un paisano.
Cuando era gaucho baquiano
aunque el potro se boliase
no había uno que no parase
con el cabestro en la mano.

Recuerdo... ¡ qué maravilla ¡
cómo andaba la gauchada,
siempre alegre y bien montada
y dispuesta pa el trabajo...
Pero hoy en día... ¡ barajo ¡
No se la ve de aporriada.

El gaucho más infeliz
tenía tropilla de un pelo;
no le faltaba un consuelo
y andaba la gente lista...
tendiendo al campo la vista,
sólo vía hacienda y cielo.

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Comentarios (1)

hector ruben
15 marzo 2015 20:45
que grande cafrune,te vi pasar,por mi tierra,con tu auto torino tirando una casilla rodante,por no ser cabarde pagaste con tu vida,la valentia. soy ruben

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