“El cartero les desea felices Pascuas”

“El cartero les desea felices Pascuas”

Ya por estas fechas, próximas a la llegada de las Navidades, no había día en que no sonora el timbre de la puerta, y, al abrir, nos encontráramos con alguien que venía a felicitarnos las fiestas, siempre, eso sí, con la loable finalidad de que voluntariamente le diéramos el correspondiente aguinaldo.

Y no me refiero, como ya hemos hablado otro día, de los niños y niñas que, con frecuencia, se entregaban con afán a la ardua tarea “petitoria”, sino de aquellos hombres (y mujeres) de oficios diversos que, durante el año, se dedicaban a hacernos la vida cotidiana del barrio un poco más fácil y agradable. Entre ellos, por supuesto, estaban el sereno, el barrendero, la portera, el cartero, el carbonero, el policía urbano y tantos otros más.

En fin, que el chorreo diario de aguinaldos era constante. De hecho, en la cómoda de la entrada íbamos acumulando tarjetas de felicitación en la misma medida en la que iba menguando el puñado de pesetas que ya dejábamos preparadas para la ocasión. Desde luego, no todo el mundo podía permitirse tanto espíritu solidario, pero también es verdad que daba cierto reparo no contribuir a aquella especie de paga navideña por los servicios prestados, fuese de la cuantía que fuese y con la voluntad que fuera.

[José Molina]

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