Cines de verano

Cines de verano

Afortunadamente, desde ya algunos años, en muchas localidades se recuperaron aquellos deliciosos cines de verano en los que pasábamos las mágicas noches de los sábados. En ellos, no solo disfrutábamos de la película que aquel día se proyectase, que siempre era recibida con entusiasmo si era de "vaqueros" o de "romanos", sino también de pasar unas horas en familia o con los amigos de una forma diferente a como lo hacíamos el resto del año.

Y allí a ras del cielo bajo las estrellas, al fresquito, degustando un sabroso bocadillo de mortadela o simplemente comiendo pipas o palomitas, pasábamos las noches más emocionantes del verano. Hasta el sonido de las películas, que parecía resonar de otra manera en el aire, producía una atmósfera que resultaba bastante difícil de encontrar en otro lugar.

Lo del bocadillo, por cierto, solo era un piscolabis de andar por casa para algunos. En los cines que había incluso mesas, que no eran los más frecuentes, todo sea dicho, las cenas se convertían en algo más "grandioso" que la propia película. Y es que, recuerdo, había familias que iban al cine pertrechados con una nutrida intendencia; o sea, pollo asado o filetes empanados, algo para picar, barras de pan, vino y gaseosa... Y para rematar la faena, algún polo de naranja o de limón que compraban en el bar del cine.

Lo que nunca llegué a saber es si realmente se enteraban de la trama de la película que estaban viendo o ese no era el objetivo de la velada nocturna, sino simplemente "cenar fuera de casa", hubiera película o no, proyectaran una de "vaqueros", una de "romanos" o una de "devoradores de pollo", como ellos.

[José Molina]

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