El cine negro también existía (I)

Con eso de que, no se sabe muy bien por qué, de pronto empezamos a alimentar la idea de que casi todo el cine (en realidad, como tantas otras cosas) que se había hecho durante y después de la posguerra era una auténtica birria, poco a poco fuimos borrando de la memoria cosas que, vistas a día de hoy, no tienen perdón de Dios. Por ejemplo, quizá algunos se acuerden aún de que en los años 50, sin ir más lejos, se rodaron un puñado de estupendas películas policíacas, como entonces gustaba llamarlas, de esas que luego se etiquetaron dentro del género de "cine negro".

Denominaciones al margen, lo cierto es que, ya en 1950, se estrenaron dos fantásticos filmes con policías y criminales de por medio que, sin duda, merecería la pena volver a ver. Rodadas en las calles de Barcelona, Apartado de correos 1001, de Julio Salvador, y Brigada criminal, de Ignacio F. Iquino, son las dos primeras joyas de ese cine negro made in Spain, que a duras penas se ha recuperado a veces. ¡Y vaya si merece la pena recuperarlo!

Protagonizadas, además, por dos de las grandes estrellas españolas del momento, como Conrado San Martín, la primera, y José Suárez, la segunda, ambas son solo los primeros títulos de una larga lista de magníficas películas que, en cierto modo, lograban mantener el tono oscuro e intrigante de las que entonces se hacían en Hollywood, pero respetando los escenarios y personajes que nos eran más comunes.

En esa "lista negra", no se pueden dejar pasar por alto, quizá para que alguno refresque su memoria, filmes como Mercado prohibido (1952), de Javier Setó; Relato policíaco (1954), de Antonio Isasi; Nunca es demasiado tarde (1955), Distrito quinto (1957) y Un vaso de whisky (1958), de Julio Coll; El cerco (1955), de Miguel Iglesias, y Yo maté (1955), de Josep Maria Forn.

Bueno, y de las películas policíacas de los 60 ha hablaremos, ya...