Un Oscar con mucho “encanto”

Un Oscar con mucho “encanto”

Cuando, en enero de 1972, le dieron el Oscar a la “mejor película de habla no inglesa” a “El discreto encanto de la burguesía”, la verdad es que nos sentimos un poco aliviados. Al fin y al cabo, el filme estaba dirigido por un español ilustre, el gran Luis Buñuel, así que algo de español tenía. Además, su protagonista era otro español de pro, Fernando Rey, que tanta gloria le había dado a nuestro cine desde la década de los 40, que se dice pronto.

Pero no, por mucho que estuviera dirigida y protagonizada por gente de la casa, la película en cuestión, es decir, “Le charme discret de la bourgeoisie”, era una producción francesa, rodada en Francia y en francés, así que como francesa “con denominación de origen” constaba en el galardón, lo que ciertamente nos frustró bastante.

Desde luego, para una vez que íbamos a llevarnos en Hollywood un premio de los grandes, van y se lo dan a una cinta del otro lado de los Pirineos. Hasta entonces, cierto es, dos españoles había recibido un Oscar, pero de los que se consideran menores. Eran, para que no quede en el olvido, Juan de la Cierva y Hoces, en 1970, por la Mejor Contribución Técnica a la Industria Cinematográfica, y Gil Parrondo, por su magnífica dirección artística en “Patton” (1971) y “Nicolás y Alejandra” (1971). Pero tan extraordinaria recompensa no acababa de parecernos suficiente, de modo que era obligado apelar a la profesionalidad y creatividad de nuestros cineastas para confiar en que, más pronto que tarde, el ansiado Oscar luciera en nuestra vitrinas.

En cualquier caso, y después de ver con ansiedad y expectación “El discreto encanto de la burguesía”, que se estrenó en nuestro país en abril de 1972, conviene dejar bien claro que española, lo que se dice española, no parecía, la verdad. Aquí, todo sea dicho, no se contaban esas historias tan rocambolescas y raras, en las que se mezcla lo real y lo onírico, y con esos personajes tan estrambóticos, que uno no sabe muy qué hacen. En fin, esas películas en las que la trama no queda clara y no se sabe muy bien quién el bueno y quién el malo.

Bueno, fue al menos una buena forma de recuperarnos del desengaño que tuvimos con el dichoso Oscar de 1972, que no llegaría hasta once años después, con “Volver a empezar”.

[José Molina]

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