FÁCIL DE CULTIVAR

Dalias: una explosión de color

Dalias: una explosión de color

Alegre y rebosante de vitalidad, la dalia trae a nuestras terrazas la ingenua espontaneidad de las plantas silvestres y el brillante colorido de las ciudades criollas que prolongan la sensación de verano.

Colores luminosos y apariencia provocativa convierten a las dalias en flores tan alegres y cálidas como el propio verano. Esta vivaz de raíces tuberosas encabeza la lista de especies bulbosas que florecen a lo largo de la estación cálida. Su popularidad se debe en buena parte a que es una planta sana y fácil de cultivar, pero, sobre todo, al atractivo que ejercen estas flores espléndidas que se suceden sin interrupción desde finales de primavera hasta mediados de otoño, cuando los primeros fríos las obligan a replegarse bajo tierra y dedicar los seis meses siguientes a reponer fuerzas.

La flor del pueblo azteca

Originaria de México, la dalia silvestre crece en las montañas de América Central, de donde proceden las 30 especies, agrupadas en la familia de las compuestas, que han engendrado los híbridos actuales. Más de 20 000 hay inscritos en el International Register of Dahlia Names.

Según los escritos de Hernán Cortés, la dalia era un cultivo habitual del pueblo azteca, que, además de utilizarla como planta ornamental y como alimento para el ganado, conocía sus propiedades medicinales. En el Codex Badianus, fechado en 1582, se cita como remedio de trastornos urinarios, mientras que los tallos de la Dhalia imperialis, gruesos y fuertes como los del bambú, se usaban, al parecer, para canalizar el agua hasta los poblados. Precisamente, bajo el nombre de Cocoxochitl -que significa algo así como tubería-, aparece descrita en la Historia de las plantas de Nueva España del naturalista valenciano Francisco Hernández, a quien Felipe II envió a México en 1570.

Sin embargo, la dalia no se conoció en Europa hasta finales del siglo XVIII, concretamente hasta 1789, cuando en el Real Jardín Botánico de Madrid floreció una primera remesa de rizomas enviada desde Nueva España. Y fue precisamente otro naturalista valenciano, Antonio José Cavanilles, quien dibujó y describió la planta por vez primera, con el nombre de Dahlia pinnata, en honor al botánico sueco Andreas Dahl. Así la incluye en el primer tomo de su obra Icones et descriptiones plantarum publicado en 1791. Unos años más tarde llegaron otras dos especies, descritas también por Cavanilles, como Dahlia coccinea y D. rosea.

De estas tres especies desciende la mayoría de los híbridos modernos, ya que desde el Botánico madrileño la dalia conquistó enseguida los jardines de Europa. La vistosidad de las primeras variedades, obtenidas en Bélgica, la convirtió rápidamente en una admiradísima planta ornamental.

Al alcance de todos

La dalia es una planta agradecida que cualquiera, por poca experiencia que tenga, puede cultivar con éxito. Las variedades modernas crecen sin problema en todas las latitudes, su peor enemigo son las heladas. Por ello, como deben plantarse justo a comienzos de primavera, los expertos recomiendan colocarlas primero en maceta, que por las noches se puede trasladar a cubierto mientras existe peligro de heladas tardías, y trasplantarlas más tarde a su lugar definitivo en el jardín. También recomiendan desenterrar los tubérculos a mediados de otoño, cuando las hojas ya están secas, y guardarlos a oscuras en un cajón con arena hasta la próxima temporada. Sin embargo, esto último solo es imprescindible en climas muy fríos.

Las dalias crecen a pleno sol en todo tipo de suelos, aunque prefieren los ricos y húmedos -siempre con un buen drenaje-. Son plantas glotonas que hay que abonar con regularidad para que se desarrollen bien y tengan una floración prolongada. Al comprar los rizomas, se debe seguir el mismo criterio que si se tratase de zanahorias, asegurándose de que estén frescos y sanos. Antes de plantarlos, a 5 centímetros de la superficie, conviene rastrillar el suelo y mezclarlo con un buen abono orgánico. Tampoco hay que olvidar que se trata de plantas exuberantes que desarrollan una espléndida mata arropando las flores. Por ello, la distancia entre ellas deberá ser de unos 40 cm si se colocan en plena tierra; en maceta pueden quedar mucho más juntas.

Los riegos serán moderados al principio, pero conforme la planta empiece a desarrollarse habrá que regar con frecuencia y de forma abundante. Las primeras yemas deben pinzarse para favorecer la aparición de nuevos brotes y el desarrollo arbustivo de la mata. Después, la mejor manera de mantener la floración es cortar algunas para hacer ramos y eliminar las otras en cuanto se marchiten. Los rizomas de calidad cultivados en un suelo bien abonado florecerán sin problema durante varios años, aunque con el tiempo irán degenerando. Para contrarrestar esta pérdida lógica de fertilidad, conviene mezclarlos cada temporada con otros nuevos.

Pilar Gómez-Centurión

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