Altea, el encanto del mediterráneo

Altea, el encanto del mediterráneo

Altea es un pequeño tesoro que conserva la esencia del mediterráneo. este pueblo de artistas y marineros es además uno de los rincones más selectos de la costa blanca.

Altea es una pequeña localidad llena de tipismo. Lo primero que llama la atención al visitante es su azulada luz. Ubicada a los pies de la Sierra de Bernia y junto al río Algar, Altea derrocha una sinfonía de colores: el verde de los árboles, el azul del mar, sus espectaculares atardeceres anaranjados y el blanco de sus pequeñas casas configuran un óleo natural y caprichoso. No se equivocaba el novelista alicantino Gabriel Miró al referirse al encanto y a la peculiar luminosidad de esta zona («pueblo torrado al sol») y a su estratégica posición frente al Mediterráneo.

Altea ha sabido combinar a la perfección su condición de pueblo marinero y refugio de artistas con el glamour de las magníficas embarcaciones que atracan en su coqueto y cuidado puerto flanqueado por lujosos restaurantes.

Parece ser que el nombre de Altea proviene del griego Altahia, que quiere decir «yo curo», y del río Algar que significa «río de salud». No en vano, es una tierra que invita al descanso y a la vida sana por la tranquilidad del entorno y la suavidad de sus temperaturas durante todo el año. Su historia viene marcada por el paso de civilizaciones iberas, griegas, fenicias, romanas y musulmanas, que dejaron su huella en el alma de la región. Un paseo por el corazón de Altea delata este rico pasado.

La diversidad de contrastes en su paisaje es una característica fascinante de Altea. En el litoral disfrutaremos de los abruptos acantilados y las playas de aguas transparentes. Por el norte, la sierra de Bernia (1 126 metros), y al sur, sierra Helada, coronada por el faro de Altea. Esta región, se precipita al mar por los salientes de la zona de Mascarat, la Barra y la Solsida, que enroscan serpenteantes calas. Muy cerca están las playas de l'Olla, frente a las pequeñas islas, I'lleta y I'llot, y Cap Negret, separada de la anterior por la Cova del Frare, el Portet y la cala del Soio. Además de sus suaves playas de finísima grava, en Altea es posible descubrir infinidad de calas en las que, en ocasiones, uno puede tumbarse al sol con la única compañía del mar azul. A pie o a pedales es interesante perderse por el campo alteano y descubrir las pequeñas ermitas de Santa Bárbara, San Roque, San Luis y San Tomás.

Paseo por el casco antiguo
Caminar por sus intrincadas callejuelas es uno de los placeres de este viaje. Desde la plaza del Convento, se inicia la ascensión al casco antiguo, siguiendo la cuesta Pont de Moncau o la del Mestre de la Música. La parte antigua de Altea es una continua cuesta empedrada. Es llamativa la armonía de sus casas y construcciones, con reminiscencias medievales: todas encaladas en blanco y con rejas y geranios en sus fachadas.

Desde el casco viejo se llega hasta su atalaya, desde donde se puede admirar la iglesia parroquial, Virgen del Consuelo, con su bella torre del campanario y la cúpula cubierta de tejas de cerámica vidriada en azul y blanco, un auténtico símbolo alteano. Se cuenta que no es casualidad que el color azul caracterice muchas de las casas del Mediterráneo. Antiguas leyendas indicaban que para atraer las buenas vibraciones y alejar los malos espíritus se debían pintar puertas y ventanas con el llamado «azulete», porque el color azul impedía que el demonio entrara en la vivienda.

La plaza de la iglesia adquiere un especial atractivo tanto en Semana Santa como en los meses de julio, agosto y septiembre, al reunirse en ella un interesante y colorista mercadillo de artesanía donde podremos encontrar los objetos y artículos artesanos más variados de barro cocido, madera, forja y cerámica, joyería, piezas de cristal o simpáticas lámparas de caracolas. Los objetos de marroquinería (bolsos, cinturones, carteras o zapatos hechos a mano) son un prodigio de habilidad artesana. Cada martes se organiza un mercadillo en las proximidades del polideportivo municipal con toda clase de ropa y objetos. Tampoco falta el arte: esculturas, pinturas al óleo que recuerdan viejas escenas marineras, curiosos bodegones...

El ambiente, en Altea, tiene cierto aire bohemio. Ya en los años sesenta y setenta, se daban cita escritores, escultores, músicos, pintores y cantantes para intercambiar cultura y arte. En sus pintorescos cafés del centro nunca faltaban las tertulias culturales. Tanto fue así que Altea se convirtió en un importante foco cultural del Mediterráneo, lugar de residencia de multitud de artistas. Hoy día, el legado continúa vivo. No hay que olvidar que Altea ha sido nombrada capital cultural de la Comunidad Valenciana. Así lo demuestra el impresionante Palau Altea. Este nuevo centro cultural y auditorio ha sido creado junto al Campus de las Artes de la Universidad Miguel Hernández.

Altea, una región de sol y playa, de arte y tradición, ha sabido sumarse a la vanguardia cultural y artística.

Deporte
Altea cuenta con la Estación Náutica Bahía de Altea, que agrupa a las poblaciones de Altea, Alfar del Pi y Benidorm, donde se imparten cursillos de natación, vela, remo, surf y submarinismo. Una de las pruebas de vela más significativas de todo el Mediterráneo son las 200 millas a 2, que cubre el trayecto Altea-Ibiza-Altea.

También se pueden practicar otros deportes náuticos como windsurf, yachting, pesca, moto náutica o esquí náutico, así como golf, tenis y pelota valenciana.

Una cita obligada en...
- Polop de la Marina. Aproximadamente a 15 minutos en coche, está este pueblo de tradición artesana. Ubicado en la comarca de Marina Baixa, ofrece al visitante grandes atractivos históricos y paisajísticos. Su cerámica se remonta a la cultura ibérica y Polop continúa esta tradición a través del taller de cerámica Torregrosa. Polop es también muy conocida por su famosa fuente de «Els Xorrets» con sus 221 caños.
- Callosa d'Ensarriá. Conocida por las Fuentes del Algar, un verdadero parque acuático natural. Este municipio se encuentra a unos 10 minutos, por carretera, de Altea. Está entre los ríos Guadalest y Algar y a tres kilómetros de las increíbles fuentes y cascadas del río Algar. Allí también puede visitarse el Museo del Agua.
- Guadalest. A media hora en coche, Guadalest, capital del valle que le da nombre. Se encuentra situado en lo alto de una peña. En la zona más alta se conservan el campanario, el castillo de San José y la restaurada casa nobiliaria de los Orduña. No hay que perderse su curioso museo de las Miniaturas, en el que puede admirarse, por ejemplo, un tablero de ajedrez construido en la cabeza de un alfiler.


Texto: Pilar Carrizosa. Fotos: Pedro Madera.

Su nombre proviene del griego Altahia, que quiere decir «yo curo», y del río Algar que significa «río de salud
Altea combina a la perfección su condición de pueblo marinero y refugio de artistas con el glamour de las magníficas embarcaciones que atracan en su coqueto y cuidado puerto
El ambiente tiene cierto aire bohemio. En los años sesenta y setenta, se daban cita escritores, escultores, músicos, pintores y cantantes para intercambiar cultura y arte.
Además de sus playas de finísima grava, es posible descubrir infinidad de calas
La parte antigua de Altea es una continua cuesta empedrada, con casas encaladas y enrejadas que tienen claras reminiscencias medievales

Gastronomía

La cocina nacional e internacional alternan con la típica local, mediterránea, con arroces, mariscos, pescados y productos de la huerta alteana.


Oficina de Turismo:

Carrer de Sant Pere, 9. 03590 Altea.

Tel. 96 584 41 14.

Internet: www.comunitat-valenciana.com

Correo electrónico: touristinfo.altea@turisme.m400.gva.es

POR QUÉ NOS GUSTA...
Altea es una ciudad de pintores, llena de luz y de sitios donde perderse y disfrutar.

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