Los análisis en las complicaciones de la diabetes mellitus

Los análisis en las complicaciones de la diabetes mellitus

En el curso de la enfermedad, las medidas terapéuticas implantadas buscan regular adecuadamente el metabolismo del organismo, aspecto que no siempre es posible con la efectividad deseada, lo que hace que se acumulen crónicamente pequeñas alteraciones que en un momento dado tienen repercusiones sobre la salud.

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Vídeo: ¿Por qué se produce la diabetes?

En el curso de la enfermedad, las medidas terapéuticas implantadas buscan regular adecuadamente el metabolismo del organismo, aspecto que no siempre es posible con la efectividad deseada, lo que hace que se acumulen crónicamente pequeñas alteraciones que en un momento dado tienen repercusiones sobre la salud. Otras veces, el desconocimiento de la enfermedad, la falta de sintomatología concreta o la brusquedad de sus primeras manifestaciones hacen difícil adelantarse a los acontecimientos, de modo que el diabético se ve aquejado por severas modificaciones de su metabolismo que pueden poner en grave compromiso su vida. Por tanto, hay complicaciones crónicas y complicaciones agudas que pueden agravar el diagnóstico inicial de la Diabetes mellitus. En uno y otro caso, sin embargo, hay pruebas analíticas que pueden utilizarse para evaluar la gravedad del proceso y, en muchos casos, permiten adelantar en meses el diagnóstico de las complicaciones y evitar la aparición de nuevos daños.

Alteraciones metabólicas agudas asociadas a diabetes mellitus

1. Cetoacidosis diabética
Es una complicación más propia de la Diabetes mellitus tipo 1. La carencia de insulina o su baja acción permite la elevación de glucosa plasmática, que extrae agua y deshidrata algunos tejidos, a la vez que aparece en orina, por superarse el umbral de recuperación renal. La glucosuria arrastra agua, es decir, inicia un proceso de diuresis osmótica, por el que se pierde agua y electrolitos, como el sodio. La deshidratación causada en el sujeto, así como la alta concentración de solutos en plasma (alta osmolalidad) pueden introducir al paciente en un estado comatoso por shock hipovolémico, con acidosis láctica más o menos pronunciada. Se sigue con glucosa, cuerpos cetónicos, equilibrio ácido-base, glucosa urinaria e iones. Las células del organismo, necesitadas de energía, se encuentran sin glucosa en su interior y rodeadas de altas cantidades de glucosa que no pueden captar. Por eso, en las células se degradan grasas como fuente de energía y se obtiene glicerol y ácidos grasos libres, que se metabolizan formando cuerpos cetónicos. Estas moléculas son de naturaleza ácida, por lo que puede producirse un desequilibrio ácido-básico de origen metabólico. Son tres los productos obtenidos del metabolismo de las grasas: acido ß-hidroxibutírico, ácido acetoacético y acetona (responsable del aliento dulzón de estos pacientes). La eliminación de cuerpos cetónicos por orina amplía la diuresis osmótica debida a glucosa.

2. Descompensación hiperglucémica
Se da más en los Diabéticos tipo 2 de edad avanzada, en los que la deshidratación se puede ir desarrollando lentamente y su efecto achacarse a otras causas. Analíticamente, son claves la osmolalidad y la glucosa sanguínea. El cuadro metabólico es similar al de la cetoacidosis, pero circunscrito sólo al aspecto hidrocarbonado.

3. Acidosis láctica
En DM con la que coexisten problemas circulatorios, insuficiencia cardíaca o respiratoria o anemia. Se determina con el equilibrio ácido-base, ácido láctico y glucosa.

4. Coma hipoglucémico
Por excesiva dosificación de insulina o hipoglucemiantes para la necesidad real orgánica. Se determina con la glucosa.

Alteraciones metabólicas crónicas asociadas a diabetes mellitus

1. Microangiopatía
Es el daño de la pared de vasos pequeños por glicosilación proteica. Este fenómeno consiste en la reacción química, no regulable, de la glucosa con el nitrógeno de las proteínas. Es un proceso sin retorno que depende del nivel de glucosa que tenemos en circulación, fuera de las células. Hay proteínas que tienen una vida muy corta, por lo que no llegan a alterarse de forma importante ni su cambio químico tiene consecuencias. Otras proteínas no se recambian en muchos años, de modo que la alteración se va acumulando. Es el caso de las proteínas del cristalino, por lo que se desarrollan cataratas lentamente. El proceso afecta especialmente a retina y riñón. La glicosilación de proteínas de pared vascular en vasos de pequeño calibre hace que disminuya la luz real del vaso, lo que, en la retina, lleva a la aparición de yemas vasculares, aumento de la vascularización de la zona, hipoxia local y edema, con el consiguiente daño celular, que puede llegar a ceguera. En el riñón, la microangiopatía se manifiesta en el daño del glomérulo renal y la progresiva insuficiencia excretora.

Analíticamente, la cuantía de la glicosilación se sigue con la hemoglobina glicosilada o fructosaminas (total de producto glicosilado de las proteínas plasmáticas). La hemoglobina, de vida media de 120 días, se glicosila irreversiblemente en función de la glucemia a la que se ve expuesta. Normalmente, menos del 7 % de la hemoglobina está glicosilada, pero en los estados de hiperglucemia se va incrementando esta proporción, de modo que en el seguimiento periódico del diabético, su determinación cuantifica la glucemia media durante los dos o tres meses últimos, mientras la glucemia refleja sólo el momento presente y no cómo estuvo ayer. Si en su lugar medimos la albúmina glicosilada, mucho más infrecuente, estaríamos valorando la glucemia media de unas dos semanas, ya que la vida media de esta proteína es de dos semanas y media.

2. Macroangiopatía
Este cuadro, que afecta a la pared de grandes vasos, es un proceso aterosclerótico propiciado por el disbalance hormonal de la Diabetes melitus, la glicosilación de lipoproteínas y receptores y la alteración lipídica que frecuentemente acompaña a la Diabetes. Analíticamente su principal manifestación es la alteración del control del colesterol, con valores elevados generalmente en base al colesterol asociado a lipoproteínas de baja densidad (LDL-colesterol), lo que constituye el impropiamente llamado "colesterol malo".

Artículo facilitado por:
Clínica Universidad de Navarra

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