Cosas imprescindibles para celebrar la Navidad

A ver, seamos sinceros. No digo yo que en los últimos años no se celebre con entusiasmo la Navidad, pero habrá que convenir que nada comparable a como antes se vivía, con aquella ilusión, aquel fragor y aquel empeño por pasarlo bien, que irremediablemente hacía que fuera raro que alguien no disfrutara de ella más que de cualquier otro evento del año.

Para eso, lo más importante era que se cumplieran escrupulosamente todos los requisitos, no escritos en ningún sitio pero tácitamente aceptados, imprescindibles para mantener vivo el «espíritu navideño» del que estábamos impregnados, y para el que no había antídoto alguno. Tal vez sea un tanto arriesgado hacer un decálogo de las cosas que eran imprescindibles para pasar la Navidad como Dios manda, pero peor sería no intentarlo. Por supuesto, como siempre, cada cual que añada o quite las que, con las mirada puesta en otro tiempo, crea que no necesitaba entonces para pasarlo «de rechupete».

1. En Nochebuena, reunir en tu casa, o sea, en la de tus padres, porque ya nos hemos trasladado a décadas pasadas, o en la de los abuelos a todos los familiares disponibles. A saber: además de padres y abuelos, hermanos, tíos, primos hermanos, primos segundos, primos terceros, primos lejanos..., y todo miembro familiar del que hasta entonces ni siquiera habíamos tenido conocimiento.

2. La casa, claro está, adornada como la ocasión lo merece, con un Belén en el que basta con incluir lo más esencial: portal con María, José y el Niño Jesús, mula y buey, estrella, angelito y Reyes Magos. ¡Para qué más! Si acaso, y si la demanda era creciente, algún árbol navideño pequeño, con unas cuantas bolas y bien nutrido de espumillón.

3. Ir preparación con suficiente antelación unas pesetillas encima del precioso taquillón de la entrada, que se había heredado de la abuela, para la sucesivas visitas para desearnos «Felices fiestas y próspero Año Nuevo» y, de paso pedir el aguinaldo, de, por ejemplo, la portero del inmueble, el barrendero del barrio, el sereno, el cartero y algún otro inesperado, dele que nunca se había tenido conocimiento.

4. Que madres o abuelas, que eran y siguen siendo las «masterchefs» del clan familiar, preparen un suculento menú, a ser posible con platos poco habituales el resto del año, como pollo o pavo asado. De entrante, sopa de picadillo, y de postre, arroz con leche o flan de huevo, y, por descontado, una selección de dulces navideños, como turrón, polvorones y fruta escarchada, regados con una copita de sidra «El Gaitero, famosa en el mundo entero».

5. Ya en la sobremesa, aún con la copita de en la mano, ir preparando el equipo de percusión; o sea, zambomba, pandereta botella de Anís del Mono o Anís de la Asturiana con tenedor o cuchillo para su «rasgueo», para proceder a la parte sonora de la fiesta.

6. Poner en el tocadiscos de la niña una selección de villancicos, o sea, de los que haya discos, entre los que por supuesto no puede faltar «La canción del tamborilero», aquel popular villancico checo que, en 1965, hizo tan famoso Raphael, entonces nuestro cantante «franquicia», como se diría en la NBA, y que aquí tenía más éxito que el de «Navidades blancas» interpretado por Bing Crosby.

7. Continuar la sesión de villancicos en casa de los vecinos y brindar con ellos con una copita de anís, mejor una «palomita» para las señoras, es decir, anís con un poco de agua, o una copa de coñac Soberano o Fundador, que «está como nunca».

8. A ser posible, reunir a todos, familiares, vecinos, amigos, conocidos e incluso desconocidos y prolongar la sesión de villancicos en la calle, para que se inunde de la alegría y el alborozo con los que se está viviendo la Nochebuena. Seguir, claro está, con el «ropopompom», al que se puede añadir «pero mira como beben los peces en el río», «campana sobre campana» y el «a Belén chiquillos, a Belén pastores».

9. Ponerle broche de oro a la Nochebuena, asistiendo a la Misa del Gallo en la iglesia de la parroquia del barrio o del pueblo, y a la cama prontito que hay que guardar fuerzas para preparar el festejo siguiente.

10. Para la Nochevieja, poca cosa que decir. Ya justitos de componentes familiares, preparar la cena con los restos de la Nochebuena, incluyen dulces y sidra, e ir sacando las uvas, sintonizando ya RNE para escuchar las campanadas de la Puerta del Sol de Madrid o, los que ya disponga de televisor, a verlas en TVE, que empezó a retransmitirlas en 1962, y a la cama, que mañana hay que ponerse con los Reyes de los niños. Pero esa ya es otra aventura.

José Molina

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