Blog de Dolors Colom Masfret. Plusesmas.com

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Directora Científica del Master Universitario de Trabajo Social Sanitario. Estudios de Ciencias de la Salud. Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Profesora asociada del Grado de Trabajo Social. Universidad de Barcelona (UB). Directora de la revista Agathos, atención sociosanitaria y bienestar.

«Volveré mañana, me ahorro cuatro o cinco euros… no es mucho pero me da para comprar el pan»

lunes, 28 de enero de 2013

A 28 de enero de 2013

Cuando hace unos días el Tribunal Constitucional suspendió el cobro del euro por receta instaurado en Cataluña desde junio de 2012, en las noticias, no recuerdo de qué cadena, una señora mayor, con aspecto frágil y mirada melancólica, abandonaba la farmacia sin los medicamentos que había ido a buscar. La razón era que al día siguiente, se ahorraría la tasa del euro por receta así que dio media vuelta y se fue para volver veinticuatro horas más tarde. La periodista que cubría la noticia sobre el terreno para captar las reacciones de los clientes frente al hecho, le preguntó: «¿No compra la medicación hoy?». La señora algo intimidada por el plató improvisado en el establecimiento farmacéutico, repartía su mirada entre la joven que le preguntaba y la cámara que la grababa. Finalmente contestó: «Volveré mañana, me ahorro cuatro o cinco euros... no es mucho pero me da para comprar el pan». Esa respuesta atornilló mi estómago. Ante aquella imagen, que debo considerar era real y no apañada por la cadena para dramatizar la crónica, sentí la impotencia y la indefensión como hacía años que no sentía. De nuevo las personas más vulnerables de la sociedad estaban siendo las primeras víctimas de este tsunami de despropósitos que nos está arrollando. Me repugnó ese constante ensañamiento contra la población más frágil que es la que más ayuda necesita.

En aquel momento, tronaron en mi memoria algunas de las retóricas de las campañas electorales, y me aterró ver delante de mí, en pantalla, este mundo ruin y cínico en el que nos estamos adentrando. La palabra que antes tenía valor ha quedado en una pomada caducada. Recordé a alguien justificando en su momento ese euro por receta, diciendo que era una cantidad insignificante. Hablaba por él, pues para aquella señora y como ella muchas personas más, era el pan. Poco se puede añadir. No sé de donde venía, ni el camino que tenía que recorrer, pero ella ni lo pensó, sólo calculó que con esos euros que dejaría de pagar al día siguiente, compraría pan.

Y como suele ser habitual, en un suspiro, la noticia dio paso dio paso a la galería diaria de escándalos políticos, empresariales, financieros, institucionales, sindicales..., y en cada uno el común denominador era las cantidades ingentes de dinero, en su mayoría, directa o indirectamente proveniente de nuestros impuestos, malversado. Dinero, supuestamente, desviado mediante fórmulas creativas, hacia los bolsillos de seres miserables, atrapados en la insolvencia de su ética pero promocionados por la indulgencia de unas instituciones secuestradas por mediocres e inconscientes de la responsabilidad social y respeto que cada institución merece.

Siempre he imaginado la política moderna como una actividad noble y virtuosa. Al político lo veo como alguien generoso, sea del partido que sea, que en la búsqueda del bien común decide ofrecer, por un tiempo, sus capacidades a fin de mejorar, desde su escaño, la sociedad a la cual sirve. El político no se mueve en un entorno esterilizado, es cierto, y no puede evitar toparse con desalmados que disfrazados oportunamente, aspiran al dinero fácil. Todo ello es una realidad, pero entiendo que la nobleza, la virtuosidad del político, son el escudo que lo protege de esos parásitos, de esa morralla que inevitablemente acompaña al pez grande. Muchas de mis amistades cuando les hablo de ello, dicen que soy ingenua, que ello es imposible, que el poder corrompe. Quizás lleven razón, los hechos, de momento, se la dan en gran parte, pero es gracias a esa ingenuidad que puedo seguir alimentando la idea de una sociedad en la cual la política resulte útil y beneficiosa para todos, y el vivir común no sea un ovillo de malestar para quien necesita ayuda.

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