Historia de España II: La conquista musulmana

Historia de España II: La conquista musulmana

Al terminar el segundo trimestre del curso escolar, la "apasionante" asignatura de Historia de España casi siempre la dejábamos aparcada después de estudiar el trasiego de pueblos que nos habían visitado, pero, sobre todo, con el sabor amargo que nos habían dejado los dichosos visigodos. Y es que, según contaban las crónicas más fiables de la época, todo andaba estupendamente con ellos, hasta que, como suele ser habitual en cualquier historia, en la lucha encarnizada por conquistar el trono, a los sucesores de Witiza no se les ocurre otra cosa para derrocar al rey Rodrigo que llamar al líder musulmán norteafricano Tariq Ibn Ziyad para que les echara una mano.

Y claro, como enseguida pudimos comprobar nada más retomar la asignatura en el segundo trimestre, este último tardó poco en pensar que, ya que se había tomado la molestia de cruzar el estrecho y de movilizar a sus tropas, por qué no se quedaba aquí para siempre, habida cuenta de lo bien que se estaba en nuestro país.

Y anda que tardó poco en hacerse "okupa". En el año 711, las fuerzas del Califato Omeya comandadas por ese tal Tariq Ibn  Ziyad, que ya empezaba a caernos gordo, derrotan en la batalla de Guadalete, cerca de Medina Sidonia, al rey godo Rodrigo, y comienzan a "recalificar" el territorio español, para construir en él sus propios palacetes y mezquitas. Vamos, una "operación urbanística" en toda regla, como especialmente dejaron claro al conquistar Benidorm y otras ciudades costeras de gran futuro turístico.

La broma, por cierto, duró nada menos que ¡ocho siglos!, que se dice pronto; es decir, hasta 1492. Menos mal que, cuando parecía que a los musulmanes no había manera de "desalojarlos" de nuestra casa, comienzan a aparecer nuestros legendarios héroes, que daban para clases y clases de Historia, y cuyas aventuras nos ponían los pelos de punta.

Ahí estaba, por supuesto, Don Pelayo, el primer monarca del Reino de Asturias, que también fue el primero en empezar a poner en marcha, allá en Covadonga, lo que con buen criterio se dio a conocer como la Reconquista, y que no era otra cosa que ir sacándoles a los musulmanes billetes de vuelta a sus casas, que ya iba siendo hora de que pusieran fin a sus vacaciones en España.

Bueno, y que decir del Cid Campeador, o sea, don Rodrigo Díaz de Vivar, al que estudiamos hasta en la sopa, pero del que enseguida nos hicimos fans incondicionales, sobre todo después de ver con qué valor y arrojo, como con todo detalle nos contaba el profesor de Historia, era capaz de conquistar Valencia y de cómo hasta después de muerto, subido en su flamante caballo Babieca y con su afilada espada Tizona atada al cinto, ganaba batallas a los musulmanes.

Esto último, por cierto, muy contrastado históricamente no parecía, pero qué más daba. Lo importante en aquellos años mozos era tener héroes nacionales y que fuéramos educándonos a imagen y semejanza suya, que nunca se sabía si a los musulmanes algún día se les ocurriía volver a venir de vacaciones a España...

[José Molina]

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