«Los chicos del Preu», pero no los de la película

«Los chicos del Preu», pero no los de la película

Seguro que alguien llegó a ver en su momento, o quién sabe si más recientemente, «Los chicos del Preu», la película de Pedro Lazaga que narra, como bien se resume Wikipedia, «las inquietudes, problemas, amores, amistades, desencuentros y experiencias de un grupo de jóvenes que emprenden un nuevo curso escolar, el Preuniversitario, que les dará acceso a la Universidad y, por tanto, a la vida adulta. La trama está vista a través de los ojos de Andrés Martín (Emilio Gutierrez Caba), un muchacho de Tomelloso [ya decía yo que, además de Plinio, conocía a alguien más de esta localidad manchega] que llega a Madrid con una beca y queda fascinado por la vida en la capital. Después, al percatarse del gran esfuerzo económico que deben hacer sus padres, decide ganar dinero descargando camiones en un mercado y compaginar este trabajo con los estudios».

Bien, ¿alguien la recuerda ahora? ¿Sí? Pues ahora que ha refrescado su memoria, que se olvide de ella porque el tema a tratar no es la película, sino qué narices era el Preu y por qué enrevesada aventura educativa era necesario pasar hasta llegar a él. Y es que los estudiaron bachillerato de los años sesenta, entre los que me incluyo yo, podría decirse que tuvieron que «sufrir en silencio» una especie de calvario.

Regulado por la Ley de Ordenación de la Enseñanza Media (1953) de triste recuerdo, para empezar, al bachillerato se podía acceder después de superar, con reválida incluida, un curso llamado Ingreso que se estudiaba con un solo profesor y un solo libro que, a modo de enciclopedia, abarcaba todas las materias. ¡Y eso con solo diez años!

Acto seguido, si se superaba el Ingreso, se accedía al Bachillerato elemental, que constaba de cuatro cursos en los que impartían asignaturas de todos los colores; es decir, desde Religión, Gramática Española, Geografía de España, Geografía Universal, Lengua y Literatura Española, Latín, Dibujo, Idioma (francés o inglés) y Formación del Espíritu Nacional (F.E.N.), hasta Matemáticas, Ciencias Naturales, Física, Química y Educación Física, y alguna otra que quizá se me olvide.

¡Madre mía, qué fatiga! Pues ahí no quedaba la cosa porque, estudiado todo esto, que no era moco de pavo, ahora había que superar una nueva reválida la «elemental», que constaba de tres grupos: el de ciencia, el de letras y el de idioma, con las correspondientes materias en cada uno, que no es difícil adivinar... a aprobar los tres y luego a hacer nota media.

Que se aprobaban los tres y se podía hacer media para obtener la calificación final, pues al siguiente bachillerato: el «superior», que constaba de dos cursos. En él, además, ya existía la posibilidad de escoger dos ramas: ciencias y letras, que incluían asignaturas ya impartidas en el «elemental», más otras nuevas como Griego, Filosofía e Historia del arte y de la cultura, según rama escogida. ¡Ah!, y Hogar para las chicas.

Bien, y como no podía ser de otro modo, terminado este segundo bachillerato, ¿qué tocaba? Pues la «reválida superior», que repetía la mecánica del elemental.

En este caso, si se aprobaba la reválida se obtenía el «título de bachiller» y los que quisieran podían acceder al séptimo y último: el Preuniversitario, comúnmente conocido como «Preu», que se impartió por última vez en el curso 1970-1971. Como claramente se intuye, su loable misión era la de preparar de forma conveniente para los futuros estudios universitarios, para lo cual en él se estudiaba Doctrina Social Católica, Literatura Española, Filosofía, Historia de España, Biología, Idioma, Matemáticas, Química y Física. Es decir, todo lo que un buen estudiante necesitaba saber para emprender una fructífera carrera universitaria. Eso sí, previo paso por la llamada «Prueba de madurez» -más o menos lo que hoy es la Selectividad»-, que era preciso aprobar para poder acceder a la universidad.

O sea, ocho cursos y cuatro reválidas desde los 10 hasta los 17 o 18 años -repeticiones al margen»- para, finalmente, poder empezar a estudiar una carrera. Así que «Los chicos del Preu», ¿eh? Me río yo de los chicos, del Preu, de las reválidas, del Ingreso y hasta si es preciso de la Ley de Ordenación de la Enseñanza Media.

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