'Voy a Andorra. ¿Te traigo algo?'

'Voy a Andorra. ¿Te traigo algo?'

No cabe duda de que Andorra siempre ha sido un importante destino turístico, especialmente por su extraordinario entorno natural y por su rico patrimonio cultural. Bueno, y para qué engañarnos, también por su amplia oferta comercial, que desde tiempo inmemorial ha sido otro de sus principales atractivos. Hablo, por supuesto, de la época a la que yo me refiero, allá hacia principios de los años 70, cuando en lo de la cuestión bancaria aún no estábamos tan puestos como, por lo visto, hoy día.

Dicho esto, y si la memoria no me traiciona, simplemente apuntar el verdadero interés por el que a casi todos los españoles nos movía hacer una excursión al Principado: traernos de "contrabando", por llamarlo de alguna manera, cualquier cosa que nos saliera mucho más económico que en España. Y es que, como buena zona franca que Andorra ha sido siempre, allí era posible comprar muy barato desde cartones de tabaco hasta cámaras de fotos, además de radios, equipos de música, relojes, perfumes... y todo tipo de utensilios allí exentos de impuestos.

Con esas, disfrutar de unos días en tierras andorranas era signo evidente de que algo se quería "pillar". Ahora bien, la cosa no era tan fácil como parecía, porque el problema era cómo pasar a escondidas todo aquello que se había comprado por la frontera española, donde los funcionarios de aduanas eran muy perspicaces y sabían muy bien dónde llevábamos ocultos nuestros ricos tesoros, o eso pensaban ellos. Y es que con lo que no contaban los aduaneros era con la sagacidad y la capacidad de camuflaje que habíamos desarrollado los españoles, quizá porque ya veníamos con la tradición del estraperlo aprendida, y eso nos ofrecía recursos ilimitados. Eso no impedía, por supuesto, que a más de uno se le cayera el pelo cuando descubrían que trataba de pasar a España algún objeto, lo que inmediatamente conllevaba que fuera decomisado y que se multara al presunto infractor.

Todo aquello, por supuesto, se sabía. Pero, a pesar de ello, merecía la pena embarcarse en aquella aventura comercial al Principado, para la que siempre había dispuesto algún familiar o algún conocido, que te contaba su inminente viaje hasta con emoción. Y, por descontado, no faltaba la pregunta que era obligado hacer: "Voy a Andorra. ¿Te traigo algo?".

[José Molina]

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