¿Cómo era antes el transporte?

En las ciudades grandes, como Madrid, donde no se podía ir a pie a todas partes, lo normal era coger el transporte público, pues nuestros padres no disponían de vehículo propio.

El tranvía era un medio muy utilizado, tanto que a veces costaba respirar durante el trayecto. También estaba el trolebús, que era una especie de híbrido entre tranvía y autobús. Había autobuses de dos pisos, los Leyland, de fabricación inglesa, y los Pegaso de un piso. En el metro había bastantes aglomeraciones, las estaciones eran algo lúgubres y los vagones ruidosos, todo tenía un aspecto vetusto, como si ya hubiera nacido viejo.

Para viajes fuera de la ciudad estaba el tren, con asientos de segunda y tercera clase. Los festivos y domingos se llenaban de excursionistas que cantaban canciones como «El hijo que tiene Asunción ni fuma, ni bebe, ni juega al balón». El tren era lento y se tardaba una eternidad en llegar. En los viajes largos, la gente sacaba bocadillos o tarteras con la comida traída de casa. Los hombres llevaban una bota de vino, que solían ofrecer a quien les caían bien. Una manera de entablar conversación para hacer más llevadero el viaje.

En la ciudad había muy pocos semáforos. La circulación la regulaban los guardias urbanos en los cruces de mayor importancia. Llevaban guantes, salacot blanco y un uniforme azul marino que en verano cambiaban por uno blanco. En algunos cruces tenían una especie de tarimas circulares para que los conductores pudieran verles bien.

A pesar de haber mucho menos tráfico que ahora, se sufría una gran contaminación, sobre todo por la mala combustión de los motores de los autobuses, camiones y camionetas. Eran muy populares las motos y las vespas. Ya en los 60 llegaría el Seat 600. Frente a él nada pudieron la famosa «zapatilla», el Biscúter, ni el diminuto Isetta.