«Eso es todo, eso es todo, eso es todo, amigos…»

«Eso es todo, eso es todo, eso es todo, amigos…»

De esta forma tan simpática, que todo el mundo conocía, se despedía el buen amigo Porky cada vez que terminaba un capítulo de «Looney Tunes», aquella popular serie de dibujos animados de Warner Bross que, desde que estrenó en TVE, allá por mediados de los 60, logró atrapar cada tarde frente al televisor a los más pequeños de la casa.

Tampoco es que se necesitaran severas terapias de grupo para hacer efectivo ese proceso de atrapamiento. Bastaba con que fueran apareciendo por la pequeña pantalla todo el reparto de variopintos personajes que daban vida a la serie. O sea, el propio cerdito Porky, tan tímido como apacible, al que su forma de tartamudear lo hacen aún más encantador; Silvestre, el gato negro y blanco y de nariz roja que anda desesperado tratando de cazar a Piolín, el «cándido» canario amarillo que siempre sabe cómo escapar de las garras del «lindo gatito»; el Pato Lucas, una de las estrellas de la serie, que tiene tanto de astuto como de loco y gruñón; el adorable Gallo Claudio, aunque algo locuaz y bocazas, que tanto hacía reír cuando usaba frases del tipo: «oye chico, digo chico, digo...»; el hambriento Coyote, que ingenia todo tipo de métodos para atrapar -sin éxito, claro- al Correcaminos, un pájaro velocísimo -del que deja constancia el famoso sonido «Bib Bip»-, que siempre escapa de sus artimañas; Speedy Gonzales, «el ratón más veloz de todo México» que, además de su rapidez, utiliza su inteligencia y su astucia; Elmer Gruñón, un cazador de poca monta que, por más que lo intente a veces, nunca logra cazar al Pato Lucas o al mismísimo Bugs Bunny; y unos cuantos personajes más.

De todos ellos, por supuesto, puede decirse que Bugs Bunny, «el conejo de la suerte», era la estrella de los «Looney Tunes», una especie de mascota animada que consiguió que muchos de los niños que veían sus simpáticas aventuras acabaran aficionándose a las zanahorias, un poco como Popeye había logrado con las espinacas. En realidad, Bugs Bunny no ha perdido vigencia desde entonces. Tiene su propia estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, ha aparecido en otras series y en videojuegos e incluso en 2002 fue nombrado por la revista «TV Guide» «el dibujo animado más grande de todos los tiempos», honor que comparte nada menos que con Micky Mouse.

Como queda demostrado, muchas, y poderosas, razones había para que a los niños les encantasen las divertidas y locas aventuras de los «Looney Tunes». Y seguro que si hoy volviesen a emitirse, seguirían causando estragos en la audiencia infantil*. Al fin y al cabo, como se decía en la cabecera de presentación, con «fantasías animadas de ayer y de hoy».

* En el portal del canal Clan TV pueden verse «online» capítulos de «El show de los Looney Tunes».

José Molina

 

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