Dolor torácico

Dolor torácico

El dolor torácico es un síntoma frecuente de consulta médica; sólo en los servicios de Urgencias representa el 4-6 por ciento de las consultas totales.Dada su posible implicación con patologías potencialmente graves e incluso mortales, condiciona, con frecuencia, una gran angustia en el paciente y, como veremos, supone siempre un reto diagnóstico para el médico.

¿Qué es?

El dolor torácico es cualquier molestia o sensación anómala presente en la región del tórax. Es un síntoma frecuente de consulta médica; sólo en los servicios de Urgencias representa el 4-6 por ciento de las consultas totales. Dada su posible implicación con patologías potencialmente graves e incluso mortales, condiciona, con frecuencia, una gran angustia en el paciente y, como veremos, supone siempre un reto diagnóstico para el médico.

¿Cuáles son sus causas?

El dolor torácico se produce por la transmisión al cerebro de los estímulos dolorosos originados por la lesión de cualquiera de los órganos localizados en la cavidad torácica. Sus causas, por tanto, son múltiples e incluyen:

1. Causas músculo-esqueléticas o de origen en la pared torácica:

Contusiones o fracturas costales.

Costocondritis: inflamación de las articulaciones que unen el esternón y las costillas.

Roturas o desgarros musculares.

2. Causas cardiológicas:

Infarto agudo de miocardio: necrosis o muerte del músculo cardiaco por falta de oxigenación.

Angor pectoris o angina de pecho: producido por disminución de flujo sanguíneo por las arterias coronarias a determinadas zonas del corazón.

Pericarditis: inflamación del pericardio.

3. Causas vasculares:

Embolismo pulmonar: obstrucción por émbolo o coágulo de las arterias pulmonares.

Disección de aorta: despegamiento progresivo y doloroso de las capas que forman la pared de la arteria.

4. Causas pulmonares y pleurales:

Neumonías: infección del tejido pulmonar.

Pleuritis: inflamación de la pleura o membrana que rodea los pulmones.

Tumores pulmonares.

Neumotórax: entrada de aire en la cavidad pleural con colapso del pulmón.

5. Causas digestivas:

Esofagitis / Hernia de hiato: irritación de la mucosa del esófago por reflujo ácido desde el estómago.

Espasmos esofágicos o contracción dolorosa de la musculatura lisa del esófago.

Rotura esofágica: desgarros traumáticos de la pared producidos generalmente por sustancias duras ingeridas con los alimentos (huesos, espinas) o, de forma accidental, por manipulación durante la realización de pruebas médicas (gastroscopia).

6. Causas mediastínicas:

El mediastino es la cavidad virtual localizada entre el corazón y los pulmones por donde discurren vasos sanguíneos y linfáticos, nervios, etc. La inflamación de esta zona o la lesión de las estructuras que por ella discurren puede originar dolor.

7. Causas neurológicas:

Herpes zoster intercostal: infección de uno o varios nervios intercostales por el virus del herpes.

8. Causas psicógenas:

Dolor subjetivo sin que exista lesión significativa de ninguno de los órganos internos y que se produce asociado a cuadros de ansiedad.

¿Cuáles son sus síntomas?

Dada la gran multitud de causas que pueden producirlo, la sintomatología va a depender del órgano afectado, existiendo una serie de características en el dolor y/o en los síntomas acompañantes que pueden orientarnos hacia el diagnóstico. Así:

El dolor de tipo coronario (angina de pecho o infarto de miocardio):

Suele ser un dolor de tipo opresivo que generalmente aparece con la realización de esfuerzo físico o con el frío. Puede irradiarse hacia el brazo izquierdo, sin olvidar otras localizaciones como pueden ser el cuello o las mandíbulas. Por regla general, se acompaña de sintomatología general con malestar, sudoración profusa, sensación nauseosa e incluso vómitos y sensación de disnea. Así como en la angina el dolor suele mejorar o desaparecer con el reposo, en el infarto de miocardio es persistente a pesar de cesar la actividad.

Dolor pericardítico:

Es un dolor opresivo punzante, localizado en el centro del pecho que ocasionalmente puede irradiarse hacia las mismas localizaciones que las comentadas en el dolor coronario y que típicamente aumenta con los movimientos respiratorios y mejora en determinadas posiciones, como puede ser la inclinación del tronco hacia adelante. Se produce por la inflamación del pericardio, generalmente tras un proceso catarral previo que suele ser de origen vírico. Suele acompañarse de febrícula o fiebre. No suele asociar cortejo vegetativo (náuseas, sudoración) como el infarto de miocardio.

Dolor esofágico o digestivo (esofagitis, hernia de hiato):

El dolor es de tipo punzante o quemante en toda la zona retroesternal llegando incluso, en ocasiones, hasta la garganta. Puede acompañarse de molestias a nivel de la zona del estómago y suele aparecer con más frecuencia tras las comidas o en decúbito, momento en el cual el reflujo ácido del estómago es más intenso.

Dolor pleuropulmonar (neumonía, pleuritis, neumotórax, tumores, etc.):

Habitualmente es un dolor más localizado a nivel de los costados, que aumenta con los movimientos respiratorios o con la tos y que, dependiendo de su causa, puede ir asociado con otra sintomatología como fiebre, tos intensa, expectoración purulenta e incluso hemoptóica (con sangre), disnea, etc.

Dolor osteomuscular (fracturas costales, osteocondritis, desgarros musculares):

Dolor generalmente localizado que aumenta con la movilización del tronco, desapareciendo o mejorando en reposo. Con frecuencia hay un antecedente traumático o esfuerzo físico desencadenante del cuadro.

Dolor neurítico (herpes zoster):

Afecta por lo general a un costado, abarcando desde la espalda hasta la zona anterior del tórax, siguiendo el trayecto de uno o varios nervios intercostales. Tiene un carácter lancinante, quemante o desagradable. Durante el brote agudo aparecen lesiones en la piel (vesículas o pápulas), aunque el dolor puede preceder en horas o días a la aparición de las lesiones cutáneas.

Dolor de origen nervioso o psicógeno:

Suele ser un dolor punzante a punta de dedo (como pinchazos). Con frecuencia se acompaña de un gran estado de ansiedad con síntomas de hiperventilación, hormigueos en las manos, mareo, etc.

¿Cómo se diagnostica?

Dadas las múltiples causas del dolor torácico, el diagnóstico concreto requiere una historia clínica muy detallada por parte del médico y, en ocasiones, la realización de estudios exhaustivos para aclarar la etiología. De forma general, siempre que no haya una causa traumática clara, habrá que hacer una radiografía de tórax y un electrocardiograma como pruebas de inicio del diagnóstico diferencial, con objeto de descartar las causas potencialmente más graves. En función de los resultados, estará indicada la realización de exploraciones complementarias como análisis (enzimas de daño cardiaco, CPK, GOT, LDH...), gammagrafía pulmonar, TAC torácico, estudios digestivos, etc.

¿Cuándo acudir al médico?

Como ya hemos comentado, el dolor torácico se puede deber a causas potencialmente graves. Es necesario, por tanto, conocer con certeza la causa que lo produce para poder descartar estas patologías más severas. Conviene, por tanto, consultar ante cualquier dolor torácico crónico de causa no conocida. Si la aparición del dolor es aguda y más si se acompaña de fiebre, malestar general o sensación disneica, es prioritario acudir con prontitud a un servicio de Urgencias.

¿Cuál es el tratamiento?

El tratamiento va a depender de la causa que lo produce: fármacos vasodilatadores o angioplastia, en los casos de angina de pecho; antibióticos y antitérmicos, en los casos de neumonía; antiácidos e inhibidores de la secreción ácida gástrica, en los casos de causa digestiva; antivíricos, en el herpes o incluso tratamientos quirúrgicos de urgencia como en el caso de la disección de aorta o en evacuación de neumotórax. De forma global, debe quedar claro que no es adecuada la automedicación o el uso de analgésicos de forma empírica si no está aclarado el origen del dolor.

Artículo facilitado por:
Clínica Universidad de Navarra

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