Blog de Isabel García Olasolo. Plusesmas.com

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¿Qué tal? Soy Isabel García Olasolo, directora editorial de Bayard durante muchos años. Ahora, jubilada y presidenta de la Fundación Bayard, me gustaría compartir desde este blog mis pensamientos, anécdotas y experiencias con vosotros, ¿Quedamos aquí? Os espero.

El síndrome de la cutrez

martes, 2 de abril de 2013

Mi amiga E. y su marido S. acaban de vivir una historia increíble. Después de casi 40 años de feliz matrimonio, se separaron hace unos meses.

Según me contó E., los problemas empezaron cuando su marido se jubiló. Ambos se habían prometido una etapa llena de proyectos, viajes y demás, pero... se empezaron a sentir cómodos en el sofá del saloncito, ante el televisor... ¡y resultaba tan barato!

S. cuidaba ese pequeño mundo celosamente...¡Estaba en todo!: cerraba las puertas de las habitaciones para guardar mejor el calor, vigilaba que no se escapara ni una gota de agua de los grifos, apagaba las luces innecesarias para ahorrar... Luego, hasta las necesarias, menos mal que se conocían cada rincón de la casa. Algo raro estaba pasando.

Más tarde, S. comenzó a reducir gastos de una forma molesta, y eso que podían vivir holgadamente: no quería comprar ropa, ni salir a cenar, ni cortarse el pelo, ni utilizar el coche... Todo le parecía caro. ¿Qué le había sucedido a aquel hombre desprendido y generoso?

Lo peor se produjo cuando S. se hizo "cocinitas". Estaba convencido de que su mujer despilfarraba la comida, y controlaba la despensa y el frigorífico como el guardián del paraíso. ¿Y qué pensaba mi amiga de este cambio inesperado? Poco a poco fue perdiendo la esperanza de gozar de una jubilación con magníficas perspectivas.

Y cayó la gota que colmó el vaso: S amenazó a E. con quitarle su maravillosa tarjeta de crédito. No me dio detalles, pero esa misma tarde, E. se marchó a casa de su hermana con una maleta. Me dijo que había llorado mucho porque, a pesar de todo, se querían.

Seguramente, S. estaba padeciendo ese pánico escénico que ataca a algunos jubilados ante el panorama de una vida por reinventar con menos presupuesto, y que les hace confundir la austeridad con la cutrez y la ilusión con la locura.

La historia ha terminado bien, como las películas de nuestra juventud: viven juntos y parecen felices. No sé si comerán perdices... ¡Están por las nubes!

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