Día Mundial del Trabajo Social: brindemos por un futuro posibilitador

El próximo día 20 de marzo los trabajadores sociales estamos de celebración, es el Día Mundial del Trabajo Social: Una de las profesiones más bellas, virtuosas y nobles del mundo moderno. ¿Qué puede ser mejor que tener el conocimiento, las herramientas y las técnicas para ayudar a las personas a ayudarse y ello siguiendo métodos científicos? Y qué mejor recompensa la de ver como algunas de esas personas retoman su vida y logran superar el bache.

En el Trabajo Social, sea en el ámbito que sea, adquiere énfasis el concepto de ayuda estratégica y proactiva frente al de la dádiva reactiva o el mero hecho de rellenar un formulario.

Son muchos los autores y autoras que han contribuido a la evolución del concepto de ayuda desde el trabajo social pero uno de los que a juicio de quien escribe este texto, señala de manera sencilla la diferencia entre la filantropía caritativa y el trabajo social moderno es Samuel G. Smith. En 1905, en la conferencia que impartió sobre «Estándares sociales», Smith señaló que quien viera la miseria como una realidad estática y a las personas que la padecen, sin posibilidades de ningún tipo para alcanzar un mejor bienestar, que practicaran la caridad. Pero que quien viera a la miseria, para seguir con el mismo ejemplo, como una circunstancia dinámica que las personas en cuestión podían superar con su esfuerzo y ayudas inteligentes y planificadas, que practicaran trabajo social y concretamente, el método del casework. ¿No es un pensamiento bellísimo? No solo bello, también esperanzador.

Los trabajadores sociales creemos en las personas, en su capacidad y fortaleza para superar los obstáculos que inevitablemente se encuentran en el discurrir del vivir. Y trabajamos con esas capacidades y esas fortalezas.
El trabajo social, por su génesis y naturaleza, va más allá de la necesidad o la carencia que sufre la persona y por ende su familia. Va más allá de la circunstancia en cuestión, a veces convertida en categoría. La contextualiza y con ello establece un perímetro poroso (que interactúa con su medio ambiente) alrededor de la persona, de su vivencia y experiencia.

Lejos de la burocracia a la que a veces, quienes desconocen los fines y valores del trabajo social, lamentablemente cada vez más, parecen relegarlo y reducirlo, los trabajadores sociales, ellos y ellas, estudian los hechos que suponen problemas para las personas, elaboran un diagnóstico social con relación a esos problemas y dificultades individuales que les limitan la autonomía psicosocial y social, y actúan prestando servicios, en base a los factores o elementos posibilitadores, los auténticos «hacedores» del desarrollo y bienestar personal. El bienestar personal individual genera siempre bienestar social.

Cuando a las personas parece fallarles todo, cuando la realidad se torna un puñado de espinas, cuando el sentimiento de orfandad les pesa como una losa, cuando la emoción ahoga el vivir individual, cuando los otros profesionales sienten la impotencia ante el caso social, ahí están los trabajadores sociales prestos a escuchar y a facilitar nuevos caminos de reconstrucción de la propia existencia, una reconstrucción que, con servicios tangibles e intangibles, corre a cargo de la misma persona.

Si hay una profesión que nunca se rinde, que puede con carros y carretas, que es capaz de aguantar y resucitar como el ave Fénix una y mil veces, ésta es el Trabajo Social. La habilidad para sacar de donde no hay, la capacidad de reunir esfuerzos y movilizar a las personas es parte de la naturaleza del Trabajo Social. Por todo ello, aprovecho este espacio para felicitar a todas las trabajadoras sociales, a ellos también, y aunque sea simbólico proponer un brindis por el futuro de esta profesión.
¡Por el trabajo social!