Blog de Dolors Colom Masfret. Plusesmas.com

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Directora Científica del Master Universitario de Trabajo Social Sanitario. Estudios de Ciencias de la Salud. Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Profesora asociada del Grado de Trabajo Social. Universidad de Barcelona (UB). Directora de la revista Agathos, atención sociosanitaria y bienestar.

Graduación: ¿Y ahora qué?

jueves, 30 de mayo de 2019

Parece lo mismo, pero no lo es. Nunca lo es. Las formas sí, los continentes también, léase: el campus, los caminos, los atajos las aulas, las escaleras, los bancos al aire libre, esto es casi siempre lo mismo, pero los estudiantes son únicos. Dice el refrán «agua pasada no mueve molino», así la experiencia de la promoción del 2018 es diferente de la del 2019 y será diferente de la del 2020, y sucesivas. De un año a otro se produces ligeros cambios, pero al final se trata de lo mismo, de aprender, de ganar habilidades y competencias para la futura vida profesional. La graduación llega al acabar el periodo de estudio, la profesionalización viene después y no acaba nunca.

Cuando termina el curso todo son puntos finales. Las promociones de estudiantes, sea del Grado que sea, comparten las ganas de finalizar, de desprenderse del peso de los días atiborrados de ejercicios, presentaciones y pruebas finales, pero también en muchos casos sienten crecer dentro de sí el vértigo escalofriante que supone el vacío inmediato cuando el estudio llega a su fin.

¿Y ahora qué? La pregunta más difícil de contestar si no se quiere caer en supuestos que son pura especulación y tópicos cristalizados para la ocasión.

Los planes, las ilusiones, las expectativas, los miedos, etcétera son la miscelánea que se repite una y otra vez, pero cada estudiante, individualmente se enfrenta a lo suyo propio, a lo que le compete y no puede delegar. La cosa colectiva, grupal, desaparece de la interioridad y la individualidad se ve obligada a actuar, a tomar decisiones, a escoger el camino profesional, a decidir campos dónde ejercer y sobre todo dotarse de paciencia porque las dificultades estarán ahí, nadie escapa a ellas.

La vida de estudiante, la que invita y anima a aprender, a ampliar conocimientos, a reflexionar sobre lo aprendido, a desatar la curiosidad y debatir hasta el infinito, a sumergirse en la energía que proporciona el aprender y el saber, etcétera, se acaba muy rápido. Es como una brisa que atraviesa el porche de la casa un atardecer de verano. La vida de estudiante es un aroma que escapa al olerlo. Puede resultar dificultosa cuando se da, sobre todo si acontece combinada con trabajo, pero, ello es casi un axioma, se añora cuando se acaba. Uno la recuerda a menudo, a medida que los años se apilan y aquella época universitaria va deslizándose hacia antaño.   

A su vez, cada docente también finalizado el curso, puede que imagine ese futuro ignoto que espera a cada estudiante, puede que imagine cómo se desenvolverá ante determinadas circunstancias que, en ningún caso, podrá eludir.

Acabada la vida universitaria propiamente dicha, el entorno, a veces amigo, a veces acogedor que ha regado el transcurrir de los días, se torna recuerdo, pasa a formar parte de la dimensión de lo pasado. Entonces, en el presente las decisiones importantes, aunque parezca otra cosa, se toman en la soledad absoluta.   

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