Pasión por el melodrama

Pasión por el melodrama

Parece mentira, pero con lo que muchos españoles aún tenían encima a mediados de los años 50, hay que ver el entusiasmo que causaban entonces las películas de tono melodramático, de las que hacían llorar a moco tendido. Si además añadían algún crimen pasional, pues mejor que mejor, porque siempre aumentaba la trama pasional y la intriga por saber quién era el asesino o la asesino.

Para comprobarlo, basta con echar un vistazo a los títulos de las películas españolas que se estrenaron solo en 1955: Huyendo de sí mismo, Lo que nunca muere, Noche de tormenta, Rapto en la ciudad, Orgullo, Sucedió en Sevilla, El canto del gallo... ¡Y ojo a las historias que contaban! Sirva de ejemplo el sucinto argumento de El canto del gallo, de Rafael Gil, y protagonizada por Francisco Rabal y Jacqueline Pierreux: Un sacerdote católico vive en un país comunista en el que están siendo asesinados todos los religiosos. Al intentar escapar es detenido por un comisario, antiguo compañero de estudios... ¡Para echarse a temblar!

Mención aparte merece, sin duda, Muerte de un ciclista, la formidable película de Juan Antonio Bardem, protagonizada por Lucía Bosé y Alberto Closas, que, a pesar de contar una historia de tintes dramáticos, hay que reconocer que fue una verdadera obra maestra, que hasta obtuvo el gran Premio de la Crítica del Festival de Cannes.

Este película permitía, al menos, reconocer que lo melodramático no estaba siempre reñido con la calidad.

[José Molina]

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