¿CÓMO ES LA INTERVENCIÓN?

Cirugía de la hernia discal

Cirugía de la hernia discal

La aparición de una hernia en un disco vertebral lumbar puede dar lugar a dolor en la parte baja de la espalda, llamado lumbalgia o lumbago, así como a malestar irradiado en la extremidad inferior, denominado ciática.

¿Qué es?

La aparición de una hernia en un disco vertebral lumbar puede dar lugar a dolor en la parte baja de la espalda, llamado lumbalgia o lumbago, así como a malestar irradiado en la extremidad inferior, denominado ciática. Precisamente, la ciática es el síntoma mas característico de una hernia discal y la distribución del dolor varía según la raíz o el nervio que esté comprimido. La mayoría de los pacientes mejoran de esta dolencia con tratamiento conservador -consistente en reposo, analgésicos y antiinflamatorios, infiltraciones, etc.-, de manera que la cirugía es necesaria en entre el 5 y el 10% de los casos. De ahí que la intervención quirúrgica ha de ser el recurso final, sólo recomendado si el paciente no tolera el dolor tras 6 u 8 semanas de tratamiento conservador o si presenta pérdida de fuerza progresiva o problemas de esfínteres.

¿Cómo es la intervención?

En concreto, la cirugía tiene como objetivo la liberación de la raíz nerviosa comprimida, responsable de la sintomatología. Existen distintas técnicas para lograrlo. La más eficiente hasta ahora es la extirpación de la hernia asociando una resección de parte del disco (de su centro) para reducir las probabilidades de que se vuelva a producir. Este procedimiento se realiza habitualmente y se puede hacer con o sin microscopio y con una incisión de 2 a 6 centímetros (en argot popular, normal, mini o micro-discetomía). Como alternativa, algunas hernias se pueden operar con resultados similares por vía percutánea con la ayuda de endoscopios. El paciente ha de estar ingresado de uno a tres días después de la operación y podrá levantarse al día siguiente de la operación;  finalizado el ingreso, continuará guardando reposo relativo: podrá salir a la calle, pero sin doblar la cintura, durante un periodo de unas 4 semanas. A partir de entonces, debe practicar ejercicios de rehabilitación para conseguir una buena recuperación. Si la indicación es correcta y la técnica de la cirugía discal se realiza cuidadosamente, las tasas de éxito son superiores al 85-90%. Sin embargo, es preciso advertir que, como consecuencia de la intervención, resulta más probable la mejoría del dolor irradiado a la extremidad inferior que el malestar lumbar, sobre todo si éste ya lo tenía antes. Al fin y al cabo, la hernia discal se da en discos que ya presentan cambios degenerativos, desgaste, y éstos pueden seguir dando dolor lumbar. La cirugía endoscópica es en principio más atractiva para los pacientes, pero no es apropiada para todos.  Así, aunque lleve más de 20 años de historia, el estándar de oro sigue siendo la laminectomía. En determinadas circunstancias, según la artrosis asociada y la historia previa de dolor lumbar, además de la descompresión de la raíz se practica una fusión vertebral (bien con tornillos unidos a barras o placas, o bien con cajas en el espacio discal) que logra eliminar el movimiento, efecto que mejora el dolor lumbar. Esta técnica ofrece una tasa de éxito cercana al 80%, si bien se le supone como desventaja el riesgo de cambio degenerativo acelerado en los segmentos discales adyacentes que, según estudios de la Universidad de Navarra, no ha demostrado ser superior al de la propia evolución de la artrosis. Como alternativa a algunas fusiones vertebrales o en casos de hernia discal o afectación degenerativa del disco, se recurre a la artrosplastia o reemplazamiento discal completo con una prótesis artificial. Está indicada principalmente para la lumbalgia, con o sin ciática, mecánica, refractaria y de origen discogénico. También puede indicarse la artroplastia para el tratamiento de la degeneración del segmento adyacente a una fusión ya realizada. Varias series sobre los resultados de esta técnica indican que el grado de satisfacción en los pacientes supera el 90% a corto plazo y, aún en fase experimental, no se conocen bien sus resultados a largo plazo.

Artículo facilitado por:
Clínica Universidad de Navarra

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