Blog de Dolors Colom Masfret. Plusesmas.com

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Directora Científica del Master Universitario de Trabajo Social Sanitario. Estudios de Ciencias de la Salud. Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Profesora asociada del Grado de Trabajo Social. Universidad de Barcelona (UB). Directora de la revista Agathos, atención sociosanitaria y bienestar.

El Alzheimer en una sociedad en crisis y un Estado de Bienestar humanamente insolvente

lunes, 22 de septiembre de 2014

Hoy, día Mundial del Alzheimer, los medios de comunicación, audiovisuales y escritos dejan espacios en sus parrillas para mostrar realidades de familias y personas que de una u otra forma, están relacionadas con la enfermedad de Alzheimer. Los dramas individuales de los enfermos y de los que se ocupan de ellos cuando pierden su Yo, incluso convertidos en espectáculo, nos golpean el ánimo y nos estremecen porque nos proyectamos en sus vidas y nos imaginamos en su lugar, ante ese momento y ante esa realidad espoleada por la pérdida de recursos estructurales pero sobre todo humanos y profesionales. La enfermedad de Alzheimer es una de las más devastadoras para la persona y para quienes la cuidan. Por ello, sabiendo lo que sabemos, conociendo lo que conocemos, los políticos que trazan las grandes líneas de acción tienen muy fácil hacer las cosas bien. Ah! A pesar de la crisis, sí hay recursos, solo que van a otras partidas.

A lo largo del día de hoy las realidades sociales que teje la enfermedad de Alzheimer han gozado de toda la atención, pero mañana o pasado, los días que vendrán, para la inmensa mayoría de los oyentes, televidentes, lectores de prensa escrita que vive y ve el Alzheimer como algo ajeno, algo que ocurre al otro, los reportajes y las imágenes se fundirán con las nuevas que llegarán, un potipoti de política, deportes, economía, sociedad, etcétera. Gracias al batiburrillo mediático nacional cada vez más alejado de la vida común y doméstica, pasarán a ocupar el trastero de la memoria hasta el año que viene. O hasta que alguien próximo sea diagnosticado de Alzheimer.

Cuando allá, a mediados de los años ochenta del siglo pasado, muchos profesionales del sistema sanitario y de los servicios sociales (en expansión) empezamos a poner todo nuestro empeño en desarrollar investigaciones psicosociales, estudiar a la población enferma de Alzheimer y con alguna necesidad social, analizar los datos de las historias clínicas y de trabajo social sanitario para ajustarnos al máximo a la realidad y así, poder proponer estructuras, métodos, programas de atención que dignificaran a las personas enfermas o con necesidades de ayuda, no imaginábamos que fuera a llegar el día en el que tuviéramos de desandar los pasos andados.

Recuerdo que después de cada logro, de cada nuevo programa creado, no solo para personas con Alzheimer, sentíamos una alegría inmensa que hoy me resulta difícil de explicar. Creíamos que el paso dado era sólido y nos congratulábamos por las personas que, en el futuro, se beneficiarían del nuevo servicio o recurso. Jamás imaginamos que lo nuevo, algún día, correría peligro y podíamos quedar otra vez en la indigencia. Las necesidades de las personas, estaban por encima de todo, o así me lo parecía. Los profesionales nos desvivíamos para encontrar soluciones, si no las mejores, las que aliviaran el sufrimiento, o así me lo parecía. En su mayoría, los políticos nos apoyaban y escuchaban, o así me lo parecía. Los profesionales, individualmente o en equipos, podíamos proponer soluciones locales a los problemas locales. Los ciudadanos tenían voz, los profesionales los escuchábamos y tratábamos de concienciar a los políticos de los cambios necesarios y pilares del desarrollo. Queríamos un Estado del Bienestar sólido y profesional en el que las personas enfermas, o con necesidades de ayuda siguieran sintiéndose personas integradas en su medio, personas que no estorbaban al resto de la población pero sobre todo queríamos garantizarles la mejor asistencia. El malestar jamás germina en bienestar o riqueza social.

Sin embargo algo hicimos mal porque aquel Estado de Bienestar se deshace como las alas de Ícaro y día a día se torna humanamente insolvente.

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