Blog de Dolors Colom Masfret. Plusesmas.com

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Directora Científica del Master Universitario de Trabajo Social Sanitario. Estudios de Ciencias de la Salud. Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Profesora asociada del Grado de Trabajo Social. Universidad de Barcelona (UB). Directora de la revista Agathos, atención sociosanitaria y bienestar.

Tambores de elecciones y el Estado de Bienestar ¿qué?

miércoles, 3 de agosto de 2011

Quienes trabajamos con las personas, sabemos que el Estado del Bienestar es un logro, el fruto de un pensamiento avanzado y arriesgado. Es el resultado de la evolución de las sensibilidades individuales puestas al servicio de la colectividad y en beneficio de la dignidad de la vida. Costó conceptualizarlo, construirlo y articularlo, costó establecer un sistema de financiación, costó todo demasiado para que, en un plis plas, se convierta en un reducto marginal. En definitiva, grandes beneficios logrados con pequeños esfuerzos. Sí, pequeños esfuerzos. Cuando quienes lo componen, sea desde el gobierno o desde la ciudadanía, son responsables, los esfuerzos para su mantenimiento son pequeños, los justos, ahora bien, cuando lo parasitan, es insostenible. La responsabilidad individual en el Estado del Bienestar es sagrada y no hay trampa grande, ni trampa pequeña. Una trampa es siempre una trampa.

La ignorancia, esa serpiente que va dejando sus huevos por todas partes, lleva a cuestionarlo. El Estado del Bienestar es como una herencia que se transmite a través de las generaciones las cuales deben recordar que son un eslabón entre la anterior y la posterior, deben sentir su compromiso individual y no dilapidar, aprovechando que pueden hacer y deshacer, la riqueza del granero. Cuando una generación olvida su responsabilidad, obrando desde el egoísmo, sentencia a la siguiente a una vida diferente, casi siempre para peor, a la que le correspondería y por la que las anteriores trabajaron. Los gobiernos de cada legislatura reciben ese Estado del Bienestar por el que la ciudadanía aporta parte de sus bienes y su deber es perfeccionarlo para mejorar el bienestar. Es fácil constatar que el coste-beneficio se decanta por éste último cuando el análisis se deja acompañar de la capacidad de ir más allá de lo inmediato, de transcender el propio perímetro. Pero es imprescindible que los gobernantes y la ciudadanía asuman su responsabilidad, porque ésta es uno de los andamios desde el cual se construye el Estado del Bienestar. Su cuestionamiento debe desplazarse a evitar su mal uso, a reprobar las trampas individuales, a impedir la falsificación de uno mismo para obtener determinados beneficios. Se trata de atender al que sufre, al que no puede, ayudarle a que pueda, pero no se debe dar cobijo al cuentista turno ni al listillo de época en busca del chollo.

Es deseable que la próxima legislatura sirva para reordenar, repensar, reorganizar el Estado del Bienestar futuro. Acaban de sonar los tambores de elecciones. Hay cita, anticipada, para el próximo 20 de noviembre. Una fecha algo «pantanosa» para algunos, la única posible para otros. A la ciudadanía, posiblemente, le da igual. Nuevo tablero que no tabla rasa y las cartas de la democracia otra vez sobre el tapete de felpa. Pero antes ¿qué? ¿Nos espera un calvario? Por favor, no.

Francamente, me aterra imaginar ese antes que acaba de asomar su linda cabecita y es que le he visto las garras escondidas en la espalda. Asumo mi dificultad, quizás poca predisposición, a imaginar ese antes que ya es ahora, diferente a los otros «antes» que una y otra vez han regado y abonado de malhumor y descontento, salvo excepciones, lo que tendría que ser un territorio de estrategia futura. ¿Por qué ese antes no puede limitarse a la exposición de razones, de propuestas electorales? ¿Por qué no se puede poner el foco en argumentos reales y prácticos que permitan brotar en el sentir de la ciudadanía la motivación, animándola a dejar en el trastero de la memoria cualquier presentimiento? Me asalta, no sé porque, el estribillo de «Uno» el bello tango: «Si yo tuviera el corazón, el corazón que di, si yo pudiera como ayer, amar sin presentir...». Me propongo no caer en el presentimiento.
Y me voy con Plutarco, con su libro «Consejos a los políticos para gobernar bien». Para mí es un tranquilizante XL que viaja conmigo. Está editado por Siruela, en 2009. Una nutritiva lectura de verano y de siempre cuando uno se descorazona viendo lo que ve. Una lectura, no sólo para políticos en ejercicio, también para votantes presentes y futuros. En algunos de mis seminarios, a veces, para hacer tiempo mientras van llegando los asistentes, les leo en voz alta fragmentos sueltos de este libro. Lo abro al azar y le doy la palabra al misterio, por ejemplo, ahora dice: «Y así, el que primero dijo que la soberanía popular fue destruida por el primero que compró sus favores, se dio cuenta, a la vez, que el pueblo pierde su autoridad cuando sucumbe a la corrupción». ¡Uf!

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