Bulbos: anticipa la primavera

Cualquier aficionado a la jardinería sabe que en otoño tiene una cita ineludible con los bulbos de flor: narcisos, jacintos, tulipanes, amaryllis, crocus, muguet, muscari.

Son plantas muy populares por su vistosidad y colorido, que se vienen utilizando en los jardines desde el siglo XVI. Normalmente florecen en primavera, pero si se plantan en interior, donde la temperatura es más alta, lo hacen mucho antes. Así, una buena planificación nos permitirá tener la casa llena de flores durante todo el otoño.

En jardinería el término bulbo se usa en un sentido amplio y se aplica tanto a las especies que brotan de bulbos propiamente dichos como a las que se obtienen de cormos, rizomas y tubérculos. Desde el punto de vista botánico se trata de órganos subterráneos de tipo carnoso que almacenan las substancias de reserva imprescindibles para el desarrollo de la planta y que solo generan vegetación cuando se dan determinadas condiciones de temperatura, luz y humedad.

Este método, habitual entre los floristas profesionales, se conoce como forzado y consiste básicamente en cultivar la planta bajo techo y proporcionarle las condiciones necesarias para que adelante su floración. En el caso de los bulbos, el forzado es particularmente fácil y ofrece el aliciente añadido de poder observar de cerca todas las fases de su desarrollo. Nada hay tan didáctico como la posibilidad de asistir a ese proceso casi alquímico que transforma una vulgar cebolla en una flor resplandeciente. Además, los bulbos se pueden forzar de tres formas distintas: plantándolos en tierra, colocándolos entre piedras o sobre un recipiente con agua.

La plantación en tierra se puede efectuar en macetas o cualquier recipiente que tenga agujeros de drenaje. Se rellena con una buena mezcla de tierra las dos terceras partes, se compacta con una pala o mejor con la palma de la mano y a continuación se van colocando los bulbos, que deben quedar bastante juntos, aunque sin llegar a rozarse y enterrados solo hasta la mitad. Se humedece la tierra y se coloca la maceta en un lugar fresco y oscuro -cubierta con un plástico negro o dentro de un armario- durante unas dos semanas, hasta que las hojas empiezan a brotar. Luego se traslada a cualquier lugar de la casa, donde tenga buena luz sin que le dé el sol, hasta que las flores se marchiten.

El cultivo en agua se realiza en los llamados jacinteros, un tipo especial de vasos, de cuello estrecho, que sujetan el bulbo sobre el agua pero sin que llegue a mojarse. Esta humedad indirecta permite el desarrollo de raíces, que quedan dentro del vaso, y de las hojas que brotan por la parte superior.

Como en el caso anterior hay que mantenerlo en un lugar fresco y oscuro unas dos semanas.

El cultivo entre piedras es una mezcla de los anteriores y se puede realizar en cualquier recipiente de cristal, porcelana o plástico que no pierda agua y tenga suficiente profundidad. En el fondo se pone una capa de piedras o gravilla, de unos 4 ó 5 centímetros de espesor, que se cubre con agua casi hasta el borde. A continuación, se colocan los bulbos, que no deben llegar a mojarse, y que se recubren con otra capa de piedras. La humedad hará que se desarrollen largas raíces que los anclarán entre los guijarros. Como siempre, el recipiente debe permanecer en la oscuridad hasta que las hojas empiecen a brotar. En cualquiera de los tres casos, las flores aparecerán en el transcurso de unos veinte días.

Pilar Gómez-Centurión