“No es ‘otro catarro”. El virus VRS pone contra las cuerdas a los mayores de 50


Publicado por Patricia Fernández, periodista
Creado: 6 de noviembre de 2025 12:32 | Modificado: 6 de noviembre de 2025 12:49


“No es ‘otro catarro”. El virus VRS pone contra las cuerdas a los mayores de 50

España conoce el virus VRS mejor que la media mundial, pero sigue minusvalorándolo. Una nueva encuesta revela una brecha peligrosa: información sin conciencia real de riesgo. ¿Puede un virus “infantil” complicar la vida de adultos con patologías crónicas? La respuesta incomoda. Y, quizá por eso, todavía no hablamos lo suficiente.

¿En qué consiste el virus VRS?

El virus respiratorio sincitial (VRS) es un patógeno muy común que infecta las vías respiratorias. Suele causar síntomas parecidos a un catarro, tos, mocos, febrícula, pero en personas vulnerables (bebés, mayores de 50 y quienes padecen enfermedades crónicas como EPOC, cardiopatías o diabetes) puede evolucionar a bronquiolitis o neumonía y descompensar patologías previas. Se transmite por gotículas al hablar, toser o estornudar, y también por contacto con superficies contaminadas. Circula todo el año, aunque repunta en los meses fríos. Conocerlo no es alarmismo: es el primer paso para anticiparse y decidir, con el profesional sanitario, cómo protegerse mejor.

Un aviso incómodo en plena Semana de Concienciación

En la Semana de Concienciación sobre el VRS (3-9 de noviembre), llegan datos que deberían hacernos frenar y pensar. No para alarmarnos, sino para ajustar el foco. El virus respiratorio sincitial (VRS) no es nuevo; lo nuevo es observar cómo su impacto crece en adultos, especialmente a partir de los 50 y, más aún, cuando convive con enfermedades crónicas como la diabetes, la EPOC o las cardiopatías. El problema no es sólo sanitario: es cultural. Seguimos asociando el VRS a la infancia, como si la edad blindara. Y no es así.

Lo sabemos, pero no lo creemos

La encuesta internacional en la que participa España (muestra nacional: 501 personas) desnuda una contradicción: aunque aquí el conocimiento global del VRS es relativamente bueno, la percepción del riesgo es baja. Solo el 38% de los mayores de 50 con patologías crónicas sabe qué significan las siglas VRS. El 28% lo confunde con un tipo de gripe; el 29% cree que "solo" afecta a pulmones y vías respiratorias. Y uno de cada cinco declara no estar nada preocupado. Resultado: subestimamos un virus que, en adultos vulnerables, puede descompensar enfermedades preexistentes y abrir la puerta a hospitalizaciones.

No es una gripe, pero puede ser grave

La advertencia de especialistas es clara: el VRS no es lo mismo que un resfriado o una gripe. En personas con condiciones subyacentes, puede agravar lo que ya estaba frágil. La clínica puede parecerse a otras infecciones respiratorias -tos, fiebre, malestar-, pero el desenlace es distinto cuando cargamos con comorbilidades. Lo inquietante no es tanto el contagio, sino lo que sucede después: descompensaciones, episodios agudos, estancias hospitalarias y, en un porcentaje nada menor, necesidad de cuidados más intensos tras el alta.

Los datos que deben cambiar conductas

  • Aunque el 80% de los encuestados con patologías subyacentes dice preocuparse por infecciones respiratorias graves, solo el 55% reconoce que el VRS puede ser serio. En España, apenas un 26% se declara "muy preocupado".
  • Entre quienes tienen EPOC o diabetes, el reconocimiento del riesgo es dispar: más conciencia en EPOC (53%) y diabetes (41%) que en enfermedades cardiovasculares (22%).
  • Dos malentendidos persisten: que el VRS es "una gripe" (28%) y que solo afecta al sistema respiratorio (29%). Ambas falsas creencias restan urgencia a la prevención.
  • La conversación con el sistema sanitario es escasa: el 51% nunca ha hablado del VRS con un profesional de salud; y, cuando se habla, solo una cuarta parte aborda medidas preventivas de forma concreta.
  • Las consecuencias se notan: se estima que el 14% de adultos hospitalizados por VRS precisa más cuidados al alta que antes del ingreso. Mientras, el 43% de pacientes con EPOC desconoce su mayor riesgo de hospitalización si contraen el virus.

El gran punto ciego: corazón y VRS

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La estadística más preocupante habita en el terreno cardiovascular: un 66% de las personas con enfermedades del corazón desconoce el riesgo de complicaciones graves. Y, sin embargo, cuando el VRS golpea a pacientes cardiacos, la probabilidad de empeorar una insuficiencia ya existente o de precipitar un evento agudo se multiplica. No ver este vínculo es como conducir de noche con las luces apagadas: puede que no pase nada... hasta que pasa.

De la teoría a la consulta

La mitad de los mayores de 50 con patologías crónicas nunca ha conversado sobre VRS con su médico. No es solo una cifra; es un síntoma. Falta integrar el VRS en el "chequeo mental" de infecciones respiratorias que ya tenemos para gripe o Covid-19. Existen medidas preventivas -desde hábitos cotidianos (ventilar, higiene de manos, evitar exposición en picos epidémicos) hasta estrategias sanitarias específicas-, pero si no preguntamos, no se activan. El recado práctico es sencillo y potente: en la próxima consulta, llevar una pregunta apuntada en la libreta. "Doctora, doctor: con mi EPOC/diabetes/cardiopatía y más de 50 años, ¿qué debo hacer este otoño-invierno para protegerme del VRS y del resto de virus respiratorios?"

Una población comprometida a medias con el VRS

Llama la atención otro contraste: el 83% se declara proactivo con su salud, pero solo el 27% admite estar "definitivamente" en mayor riesgo de infecciones graves. ¿Qué nos dice esto? Que confundimos responsabilidad con percepción real. Nos administramos bien, sí; entendemos nuestro tratamiento, sí; pero no siempre conectamos ese conocimiento con riesgos estacionales que cambian la película. Falta unir puntos: mi enfermedad de base + mi edad + circulación de virus respiratorios = plan preventivo individual.

Cambiar el relato para cambiar conductas

Durante años, el VRS fue un "asunto de bebés". Hoy, la evidencia obliga a actualizar el relato: el VRS también concierne a los adultos con comorbilidades y a quienes superan la barrera de los 50. Ese giro narrativo es clave para que cambie el comportamiento. Igual que normalizamos pedir consejo sobre gripe o neumonía, necesitamos legitimar la conversación sobre VRS en Atención Primaria, Enfermería y Farmacia. No es alarmismo: es gestión inteligente del riesgo.

Qué podemos hacer desde ya

  1. Poner el tema en la agenda personal. Si tienes una patología crónica y más de 50 años, reserva cinco minutos en tu próxima consulta para hablar de VRS y del resto de virus respiratorios.
  2. Repasar hábitos protectores. Ventilación de interiores, higiene de manos, evitar espacios cerrados y concurridos en picos epidémicos, y no "normalizar" síntomas respiratorios prolongados.
  3. Solicitar información clara sobre medidas preventivas disponibles para tu grupo de edad y tu condición clínica. Las opciones varían según perfil y momento de la temporada: que te expliquen qué está indicado en tu caso.
  4. Planificar con tu entorno. Si convives con nietos o trabajas en entornos de alta exposición, coordina hábitos sencillos que reduzcan riesgos compartidos.
  5. Combatir mitos en pequeño. Cada conversación cuenta. Cuando alguien diga "es otra gripe", aportar el matiz correcto puede proteger a un vecino, a un amigo, o a ti mismo.

Un llamamiento sereno

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No necesitamos titulares apocalípticos para actuar. Necesitamos precisión. Dar al VRS el lugar que merece en el mapa de riesgos de los mayores de 50 con enfermedades crónicas es, ante todo, un ejercicio de realismo. La encuesta no nos señala con el dedo; nos ofrece un espejo. Si hoy todavía confundimos siglas, mañana podemos confundir síntomas. Y ahí es donde la pereza informativa se vuelve peligrosa.

Del "ya me lo sé" al "lo hablo con mi médica"

La salud pública avanza cuando la información se convierte en conversación y la conversación, en decisiones. Ese es el tránsito que falta. España no parte de cero: hay interés, hay profesionales preparados y hay experiencia en campañas de prevención respiratoria. Queda, quizá, lo más difícil: dar el paso de preguntar, de pedir consejo adaptado, de corregir creencias cómodas. Si este otoño-invierno nos atrevemos a hacer esa pregunta de cinco minutos, habremos ganado mucho más que una estadística: habremos ganado tiempo, autonomía y tranquilidad.

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