Problemas de marcha y equilibrio

Problemas de marcha y equilibrio

La dificultad al caminar es habitual a edades avanzadas.

La mayoría de los problemas para caminar no son específicos de las personas mayores, pero se manifiestan con más frecuencia a medida que se envejece.

Todas las afecciones de los huesos o de las articulaciones pueden causar cojera. Así ocurre con la artrosis de cadera o de rodilla, con los esguinces de tobillo, con las secuelas de fracturas, con la ciática, etc. Estas anomalías en la marcha no van acompañadas de problemas de equilibrio y son, por lo general, fácilmente identificables.

Cuando a los problemas para caminar se suman problemas de equilibrio, hay que pensar en algún tipo de enfermedad neurológica causada por un daño cerebral. Es el caso, por ejemplo, de la hemiplejia derivada de un accidente vascular cerebral, de la enfermedad de Parkinson y de otras menos frecuentes. Estas afecciones rara vez se producen antes de los 55 años, pero su incidencia aumenta a partir de esta edad.

También pueden causar vértigos y caídas las anomalías cardiacas o arteriales (variaciones bruscas de la tensión), algunos medicamentos mal tolerados, mal dosificados o asociados incorrectamente con otros, así como guardar cama durante un periodo prolongado y la desnutrición.

Consecuencias de los problemas de marcha
La principal consecuencia es una caída y sus efectos: fractura de cuello de fémur, de cadera o de muñeca, inmovilización, infecciones, depresión... Tras un accidente de este tipo, el miedo a volverse a caer puede ser obsesivo y agravar aún más los problemas de marcha. Con frecuencia, ese temor puede provocar que la persona se encierre en sí misma, se aísle y no se atreva a salir a la calle, iniciándose así un proceso que conduce a la pérdida de autonomía y a la soledad. En algunas personas, el miedo a una caída se convierte en una fobia: sentadas en un sillón, permanecen inclinadas hacia atrás y se agarran a cuanto pueden para levantarse. Su angustia se distingue de una enfermedad orgánica por el hecho de que, cuando se les da la mano o se las distrae, pueden andar casi con normalidad.

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