Impacto psicosocial del uso de las ayudas técnicas

Impacto psicosocial del uso de las ayudas técnicas

De acuerdo a lo mencionado por la Organización Internacional de Normalización (ISO 9999), las ayudas técnicas “son aquellos productos, instrumentos, equipos o sistemas técnicos fabricados expresamente para ser utilizados por una persona con discapacidad y disponibles en el mercado para prevenir, compensar, mitigar o neutralizar una deficiencia, discapacidad o minusvalía”.

La finalidad de las ayudas técnicas es aumentar la autonomía de las personas con discapacidad en la realización de las actividades de la vida diaria. Nadie duda de este hecho. Es más, cada vez vivimos en una sociedad donde es más frecuente ver a personas con uno de estos dispositivos. Sin embargo, y a pesar de este avance social, todavía existe la otra cara de la realidad, pues no siempre todos los pacientes que necesitan una ayuda técnica (e incluso, sus propios familiares y/o cuidadores) lo aceptan sin condiciones.

A pesar de que la sociedad es cada vez más abierta en este aspecto, bajo esa apariencia de aceptación todavía se esconde una serie de complejos, prejuicios y rechazos que, no solamente impiden el avance socio-sanitario en busca de la mejora de calidad de vida de los pacientes, sino que además dañan la propia imagen de las personas con discapacidad que usan las ayudas técnicas, consiguiendo incluso que se incremente la marginación de toda una población, y por lo tanto, su extinción.

Y no solamente esto. También ocurre que, a pesar de que la mayoría dichos dispositivos son prescritos por un equipo socio-sanitario, y pese a que la mayoría de los pacientes son conscientes de que es lo mejor para recuperarse y/o ser independientes, no todos los aceptan usar, dando así lugar a que el deterioro de todos ellos se acelere de forma irremediable.

Entonces... ante todas estas situaciones... deberemos cuestionarnos lo siguiente: ¿por qué?

¿Por qué este rechazo a las ayudas técnicas?

Pues en la mayor parte de los casos, por estética.

Cuando trabajamos con un paciente hay que conocerle mucho, aceptar sin reservas que sigue siendo persona, y entender bien la otra parte de la historia, ya que, desafortunadamente, el uso de las ayudas técnicas siempre ha estado asociado a lo malo. Si mirados hacia el pasado, a la mayor parte de las personas que utilizaban algo tan sencillo como una muleta, una férula o una silla de ruedas, la sociedad los señalaba como una clase marginal. Es más, incluso nos atreveríamos a decir que los marcaban como la parte más baja, fea y miserable que se puede dar en una población: mendigos, lisiados, pobres, enfermos de la peste, leprosos, personas con miembros amputados, mancos, cojos, etc.

Y si bien es cierto que en el presente S.XXI, donde la población, de alguna o de otra manera, es un poco más abierta y las ayudas técnicas están más integradas en la vida cotidiana y laboral, aún queda mucho por hacer, ya que todavía se mantiene esa imagen de antaño en nuestra mente. Y en el peor de los casos, hasta se enseña todavía de diversas formas en determinados círculos sociales y en medios comunicativos.

Por ello, no es de extrañar que las personas que tengan que utilizar una ayuda técnica vayan a sentir algún tipo de rechazo hacia estas. Y sobre todo, cuando se trate de un dispositivo muy visible, ya que en este caso, va a estar condicionado de forma directa según cómo se destaque la ayuda técnica dentro de la normalidad. En otras palabras, cuanto más "extravagante" o llamativo sea el dispositivo, menos le agradará al destinatario. Y no es de extrañar. La gente se fijará más en él, y la mayoría se sentirán señalados o etiquetados por dicha observación.  

Así pues... y ante todos estos hechos...

¿Qué se puede hacer?

Si nuestro objetivo es normalizar el uso de las ayudas técnicas y/o hacer uso de ellas sin miedo al rechazo o a la discriminación, entonces se ha de tener en cuenta los siguientes puntos:

1) La necesidad de concienciar al paciente y de motivarle. Es el propio destinatario de la ayuda técnica el primero en aceptarlo. Porque de hecho, si él o ella lo mira con naturalidad y cotidianidad, mayor será la probabilidad de que los demás también lo vean. Por lo tanto, es necesario volver a remarcar la importancia de conocer bien a la persona con la que vamos a trabajar, pues es imprescindible que el paciente acepte usarla, ya que en la mayoría de los casos no todos accederán a utilizarlas por los motivos descritos anteriormente: prejuicios, falta de interés, miedo o estética.

2) El diseño del dispositivo ha de ser sencillo y estético. Es más, cuanto más sencilla sea la ayuda técnica y cuanto más desapercibida pase, mayor será la aceptación dentro de la sociedad y del propio paciente. Y como consecuencia de dicha aprobación, habrá más uso de este, y el objetivo de mantener y/o mejorar su autonomía tendrá más posibilidad de conseguirse. Y esto ya es posible, porque, afortunadamente, las ayudas técnicas son cada vez más personales. No solamente estará adaptada a las necesidades del paciente, sino que además se pueden diseñar de acuerdo a los gustos del destinatario, dándole así un toque más personal y cómodo.

3) En los dos puntos anteriores hemos hablado de lo que podemos hacer a nivel personal y con el propio paciente. Pero esto no es suficiente, pues además de que nosotros veamos con naturalidad el uso de las ayudas técnicas, también es necesario concienciar a la sociedad más allá de nuestro ejemplo, e incrementar la aceptación de ellos mediante la enseñanza y la comunicación a través de campañas, asociaciones, fundaciones y entidades que funcionen como puente entre las personas con discapacidad y el resto de la población. Solo así conseguiremos fomentar y alcanzar la integración total de las ayudas técnicas en nuestra vida diaria.

Conclusiones

Por encima de todo, no podemos olvidar que las ayudas técnicas fueron creadas para mejorar la calidad de vida de los pacientes. Y sobre todo, para que las personas con discapacidad no pierdan su autonomía. Es cierto que utilizar una ayuda técnica ha tenido un efecto negativo en la autoestima de la persona con discapacidad durante mucho tiempo, pues casi siempre este ha sido visto como una etiqueta social y una forma de marcar territorio incluso. Pero objetivamente, y en este caso, hay que preguntarse qué compensa más, si tener la autoestima por los suelos por no poder hacer las cosas por uno mismo, o el sentirse mal por tener un dispositivo que, aunque te señale socialmente, por otro lado, te ayuda a tener tu propia autonomía.

Lo que queremos decir con esto es que no podemos caer en la trampa de ser "políticamente" correctos. De vez en cuando, es necesario ir a contracorriente de todo esto, y aceptar que ante todo se va a buscar mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad, y que las ayudas técnicas nacieron para ello. No hay que buscarle otras explicaciones. Y sí, estéticamente no se podrán ver bien, pero no hay que olvidar que vivimos en otra época y que, afortunadamente, y desde el punto de vista socio-sanitario, lo que funciona mejor es lo sencillo. No hay por qué complicar las cosas ni hacerlas más vistosas. La clave está en la sencillez. Y la experiencia nos ha mostrado que las ayudas técnicas, cuanto más sencillas sean, mejores resultados dará, tanto en la autonomía como en la autoestima del propio paciente. 

BIBLIOGRAFÍA: 

- Apuntes de Ayudas Técnicas Ortoprotésicas. Carmen Cipriano Crespo (2008). Universidad Castilla-La Mancha

Salvador Alexander
Terapeuta ocupacional y actor

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