¿De qué tienen miedo los mayores? Una mirada profunda a sus inquietudes


Publicado por Patricia Fernández, periodista
Creado: 16 de julio de 2025 12:16 | Modificado: 1 de agosto de 2025 13:02


¿De qué tienen miedo los mayores? Una mirada profunda a sus inquietudes

Aunque la experiencia suele aportar seguridad, con el paso de los años muchos mayores desarrollan miedos y fobias difíciles de gestionar. La soledad, las enfermedades o la pérdida de independencia son algunas de las preocupaciones más frecuentes. Comprenderlas y saber cómo acompañarlos es clave para mejorar su calidad de vida.

Con la vejez no solo llegan las arrugas y la jubilación. También surgen temores nuevos, silenciosos y, muchas veces, invisibles. A pesar de la madurez emocional y la sabiduría acumulada, las personas mayores pueden volverse más vulnerables ante determinados cambios. Ya no se trata solo de dolencias físicas, sino de miedos que afectan a su bienestar psicológico. Algunos son racionales, otros no tanto. Pero todos tienen algo en común: necesitan ser comprendidos, validados y, en la medida de lo posible, afrontados. Te contamos cuáles son los principales miedos y fobias en la tercera edad, por qué aparecen y qué podemos hacer para ayudar.

La soledad no deseada es el temor más profundo

Uno de los miedos más generalizados entre las personas mayores es el de quedarse solos. A medida que los años pasan, los círculos sociales se estrechan: amigos que fallecen, familia que vive lejos, menos actividades fuera de casa... Todo ello favorece el aislamiento.
La soledad, más que una circunstancia, se convierte en una emoción desgastante que puede derivar en depresión o ansiedad. Para combatirla, es esencial fomentar el contacto social, ya sea a través de centros de día, grupos de interés, voluntariado o simplemente con una rutina de llamadas y visitas regulares.

Enfermedades y dependencia física

La salud se convierte en un tema central en la vida del mayor. El miedo a enfermar, a sufrir una lesión o a desarrollar una enfermedad degenerativa está muy presente, especialmente si ya han tenido algún episodio grave o conocen a alguien cercano que lo haya vivido.
En paralelo, surge la angustia por la pérdida de autonomía: depender de otros para comer, asearse o salir a la calle puede mermar profundamente su autoestima.
Ofrecer información clara sobre prevención, adaptar los hogares para reducir riesgos y garantizar una buena atención sanitaria son pasos clave para reducir esta preocupación.

Caídas: una amenaza constante

Más allá de una simple torpeza, las caídas son un temor real. Un resbalón puede traducirse en una fractura de cadera, una larga hospitalización e incluso una pérdida definitiva de independencia.
Este miedo puede llevar a muchos mayores a evitar moverse, lo que paradójicamente aumenta su fragilidad.
Para romper ese círculo vicioso, es fundamental reforzar la musculatura mediante ejercicios suaves (como caminar, nadar o yoga adaptado), revisar la seguridad del entorno (evitar alfombras, asegurar barandillas) y animar a mantener una vida lo más activa posible.

Muerte y duelo

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Aunque todos sabemos que la muerte forma parte del ciclo vital, enfrentarse a su proximidad genera ansiedad. Algunos mayores temen el proceso de morir, otros sienten angustia por no haber resuelto asuntos pendientes. También les duele pensar en la pérdida de seres queridos o el hecho de morir solos.
Hablar abiertamente sobre la muerte, permitir que expresen sus deseos y temores, y acompañar desde el respeto y la escucha puede ser un gran alivio. Las terapias de acompañamiento emocional o espiritual también pueden ser herramientas valiosas en este proceso.

Inseguridad económica

No todos los mayores llegan a la jubilación con una pensión cómoda o una economía saneada. De hecho, el miedo a no poder pagar gastos imprevistos, como una avería en casa, medicamentos o ayuda domiciliaria, es una fuente frecuente de preocupación.
Este temor suele ser más acuciante en mujeres mayores (debido a trayectorias laborales más intermitentes), personas viudas o sin hijos.
Es importante que cuenten con asesoramiento financiero y opciones como ayudas públicas, descuentos para personas mayores y servicios sociales que les ofrezcan apoyo en caso de necesidad.

Cambios tecnológicos y miedo a lo desconocido

¿Quién no se ha sentido torpe la primera vez que usó un nuevo móvil o cajero automático? Para las personas mayores, los avances tecnológicos pueden ser fuente de frustración e incluso de ansiedad.
No comprender cómo funciona una app del banco o no poder pedir cita médica online puede hacerles sentir excluidos.
Para evitarlo, conviene fomentar talleres específicos, acompañar con paciencia y crear entornos donde se les enseñe con calma, sin juicios ni prisas.

Fraudes, engaños y pérdida de confianza

El aumento de estafas dirigidas a personas mayores, por teléfono, en internet o incluso por parte de conocidos, ha generado una desconfianza creciente. Muchos temen ser engañados o aprovecharse de su vulnerabilidad.
Educarles sobre las señales de alerta, animarlos a consultar antes de firmar documentos o realizar pagos, y reforzar su red de apoyo son maneras de mitigar este miedo.

Cambios de vida: mudanzas, residencias, rupturas

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La llegada a la vejez implica también transiciones difíciles: mudarse a casa de un hijo, ingresar en una residencia, perder la pareja o dejar la casa de toda la vida.
Estos cambios generan miedo porque suponen un desarraigo emocional, la pérdida de rutinas o el abandono de espacios que les daban seguridad.
Acompañar estos procesos con tiempo, escucha y respeto es fundamental para reducir el impacto emocional.

¿Cómo acompañar estos miedos? Estrategias útiles

Afrontar los miedos de las personas mayores no se trata de "quitarles hierro" o decir que no pasa nada. Al contrario, estas estrategias son fundamentales:

  • Escucha activa y validación

Dejar que expresen lo que sienten sin juzgar. Muchas veces no buscan soluciones, sino comprensión.

  • Promoción de la autonomía

Animarlos a tomar decisiones y respetar sus tiempos refuerza su autoestima y percepción de control.

  • Apoyo emocional y social

Fomentar el contacto con familiares, amigos y personas en situaciones similares. La pertenencia al grupo es esencial.

  • Estimulación física y cognitiva
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El ejercicio, las manualidades, la lectura o incluso aprender algo nuevo ayudan a despejar la mente y reducir la ansiedad.

  • Asistencia profesional

La ayuda psicológica no es solo para los jóvenes. Existen especialistas en gerontopsicología que pueden trabajar sus miedos y mejorar su calidad de vida.

  • Crear rutinas

Las rutinas aportan seguridad. Tener horarios para comer, dormir o salir a pasear puede marcar la diferencia.

Envejecer no tiene por qué significar vivir con miedo. Entender que estos temores forman parte del proceso y ofrecer herramientas, apoyo y compañía puede cambiar radicalmente la experiencia de la vejez. Porque cuando uno se siente acompañado y comprendido, hasta el miedo más antiguo se vuelve más liviano.

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