Miles de mayores se ven empujados a la jubilación forzada


Publicado por Patricia Fernández, periodista
Creado: 31 de octubre de 2025 14:08 | Modificado: 1 de noviembre de 2025 12:47


Miles de mayores se ven empujados a la jubilación forzada

Con 800.000 mayores de 50 años atrapados en el desempleo, España se enfrenta a un desafío estructural que pone en jaque no solo la dignidad laboral de toda una generación, sino también la sostenibilidad del propio sistema de pensiones.

Mario tiene 58 años, un currículum de sobra, y una carpeta digital llena de rechazos. Fue cocinero, electricista, operario, jardinero. Hoy busca empleo a diario con la esperanza de que alguien le dé una oportunidad. No la encuentra. "Piensas que ya no vales para la sociedad", dice mientras espera fuera de una oficina del SEPE.

Su historia no es la excepción. Es la norma.

En España, uno de cada tres desempleados tiene más de 50 años. Hablamos de más de 790.000 personas con experiencia, formación y ganas de trabajar, pero ninguna oferta firme. Este grupo no solo ha sido excluido del repunte económico postpandemia, sino que se ha convertido en el gran olvidado del mercado laboral.

Los mayores se quedan atrás

La economía española ha mostrado ciertos signos de mejoría. El paro bajó en septiembre, la cifra total de desempleados se sitúa en 2,42 millones -la más baja desde 2007- y los sectores de servicios y construcción impulsan la ocupación.

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Pero hay una trampa estadística: los parados mayores de 50 años no han visto esa recuperación. Al contrario, su situación empeora.

Según los últimos datos, el desempleo sénior ha aumentado un 138% respecto a los niveles previos a la crisis de 2008, mientras que los jóvenes han reducido su tasa un 21%. Esta disparidad no solo es preocupante, sino estructural. De hecho, los mayores de 50 años son el único grupo cuya tasa de paro supera los niveles previos al estallido de Lehman Brothers.

Paro de larga duración para los mayores de 50

La mayoría de los sénior desempleados lleva más de un año buscando trabajo. En concreto, el 55% ha cruzado el umbral del paro de larga duración, una marca que multiplica el riesgo de exclusión laboral definitiva.

Y con ello llega el círculo vicioso: sin empleo no hay cotización. Sin cotización, la pensión futura se resiente. Muchos acaban encadenando subsidios hasta poder jubilarse anticipadamente, en lo que algunos expertos ya califican como "prejubilaciones disfrazadas de desempleo crónico".

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El problema es que estas ayudas no son una solución estructural. Son una vía de escape precaria, que perpetúa la desconexión de estas personas del mundo laboral y agrava el problema de sostenibilidad del sistema público de pensiones.

¿Edadismo laboral? Una generación ignorada

La realidad es incómoda: España lidera el paro sénior en Europa. Su tasa de desempleo para personas entre 50 y 64 años ronda el 10%, la más alta de la eurozona.

¿La causa? Una mezcla tóxica de factores:

  • Estereotipos negativos sobre la edad: muchas empresas asumen que los trabajadores mayores no son tan "digitales" o flexibles como los jóvenes.
  • Ajustes de plantilla en sectores como la banca o la industria que han recortado principalmente a veteranos.
  • Un modelo económico cada vez más volcado en el turismo y servicios de bajo valor añadido, que prefieren mano de obra joven y barata.

Sin embargo, los datos desmienten ese prejuicio: el 75% de los españoles entre 50 y 64 años está activo o quiere estarlo, una tasa incluso superior a la media de todas las edades.

La paradoja de las pensiones: ¿trabajar más... si nadie te contrata?

En los últimos años, una de las claves de las reformas del sistema público de pensiones ha sido retrasar la edad de jubilación y fomentar la prolongación de la vida laboral.

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La idea, en teoría, es sencilla: si vivimos más, trabajamos más. Pero en la práctica, choca con la realidad del mercado laboral: casi 800.000 personas mayores de 50 años quieren trabajar y no pueden.

¿De qué sirve retrasar la jubilación si el sistema laboral no tiene lugar para ti desde los 53?

Este punto ciego en el diseño de las políticas públicas es cada vez más evidente: la sostenibilidad de las pensiones no se logrará pidiendo a los mayores que trabajen más, si antes no se les ofrece empleo.

Subsidios eternos que salen caros

Actualmente, más de 545.000 parados mayores de 50 años cobran un subsidio por desempleo. La gran mayoría accede al subsidio para mayores de 52 años, que puede cobrarse hasta la jubilación y que incluye cotizaciones a la Seguridad Social. Es decir, el Estado paga por una jubilación encubierta sin empleo.

Esto representa un coste millonario y creciente para las arcas públicas. En solo un año, el número de beneficiarios ha subido un 4,9%, marcando un récord histórico.

Lejos de ser una red de apoyo, este subsidio se ha convertido en el destino final forzoso para miles de trabajadores expulsados del sistema productivo, con escasas posibilidades reales de reinsertarse.

No es falta de capacidad, es falta de voluntad

¿No están cualificados? ¿No saben usar un ordenador? ¿No aprenden rápido? Nada más lejos de la realidad.

Historias como las de Javier, 53 años, con idiomas, conocimientos informáticos y experiencia en hostelería, desmontan ese mito. O, la de José Antonio, carpintero con una vida laboral intachable, que a sus 51 años sufre su primer desempleo y no consigue reincorporarse al mercado.

La brecha no es digital. Es cultural. Una discriminación sutil, pero profunda, que penaliza la edad por encima del talento, la experiencia o la motivación.

¿Qué se puede hacer?

Expertos y sindicatos coinciden: no basta con reformar las pensiones. Hay que reformar el mercado laboral para ser inclusivo con los sénior.

Entre las propuestas más urgentes:

  • Incentivos fiscales a empresas que contraten mayores de 50 años.
  • Planes de recualificación adaptados y centrados en sectores con demanda real.
  • Flexibilización de la jornada laboral, permitiendo transiciones suaves hacia la jubilación parcial.
  • Campañas públicas de sensibilización contra el edadismo laboral.

Pero, sobre todo, hace falta voluntad política y compromiso empresarial para dejar de ver a los sénior como un problema... y empezar a verlos como lo que realmente son: una oportunidad valiosa y desaprovechada.

¿Una generación sacrificada?

En España, la generación que construyó la democracia, levantó las empresas y resistió las crisis está siendo ahora descartada en el tramo final de su vida laboral. No porque quiera parar, sino porque el sistema le ha cerrado la puerta.

El mayor problema no es que no trabajen, sino que sí quieren hacerlo y nadie les deja. Y mientras tanto, les pedimos que esperen para jubilarse, que coticen más, que sostengan un sistema del que ya están siendo excluidos.

Si no resolvemos el paro sénior, no habrá reforma de pensiones que aguante. Ni justicia social que lo justifique.

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