MALAS PRÁCTICAS
Lo que hay que evitar en el cuidado de los mayores
Si podemos ayudarlos sabiendo cómo hacerlo y cómo ha de ser nuestra actitud más positiva, este inevitable proceso será mucho más llevadero.
Dejarnos presionar
María José decidió cuidar de su madre. Cada vez que María José tenía que salir a realizar cualquier actividad, la madre la reclamaba, e incluso la chantajeaba, para que no se separara de ella ni un minuto. En ocasiones los ancianos se vuelven infantiles y egoístas. Es preciso ponerles un límite claro y, aunque en un principio se enojan, saben adaptarse a las situaciones mucho mejor de lo que creemos. Necesitamos paciencia y muchas dosis de cariño.
Creernos Supermán
Luisa (54 años). Su padre sufrió un grave accidente y está postrado en la cama. No permitió que sus hermanos la ayudasen: «Nadie le cuidará mejor que yo». Perdió 15 kilos y, a consecuencia de su actitud, padeció de anemia y hubo que hospitalizarla.
Dejarnos abatir por la desesperanza
Uno puede morirse de pena, pero eso no cambia el proceso. No queda más remedio que aceptar las cosas como son. Esto nos permite ser testigos serenos de lo inevitable y dejar de pelear. Hay que evitar que nuestra energía se convierta en algo negativo, destructivo e inútil; la necesitamos para hablar, acariciar, abrazar, sonreír y extraer del pasado todo lo bueno que vivimos con nuestros seres queridos.
Negarnos la posibilidad de disfrutar o desconectar
Mercedes (38 años). Iba a ser su cumpleaños y su padre estaba en el hospital por un infarto de miocardio. Ya había pasado el peligro pero no tenía ganas de celebrar nada. Su marido organizó una fiesta sorpresa. Cuando llegó a casa, la familia se empeñó en alegrarla un poco. Pero ¿cómo iba a disfrutar si su padre estaba en el hospital? Se amargó y amargó a todos. Nos debemos preguntar: Si fuéramos nosotros los que estamos en esa situación, ¿nos gustaría ver a nuestros hijos sufriendo?
Mentirles
Decir la verdad sobre su estado de salud depende de cada uno, es una decisión muy delicada. Habrá personas que estén dispuestas a escuchar la verdad, otras la oirán y no la aceptarán o la negarán, y otras creerán que somos crueles por ser sinceros. Pero al final es bueno saber. Es bueno arreglar papeles, asuntos familiares, temas sin resolver, antiguas deudas, decir «lo siento». Los asuntos sin resolver no dejan descansar. Tal vez el secreto es observar y dar la información que nos pidan en el momento en que el enfermo o anciano está capacitado para saber la verdad.
Victoria Artiach Elvira. Psicóloga-psicoterapeuta.
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