¿Por qué perdemos memoria con la edad?

¿Por qué perdemos memoria con la edad?

A partir de los 50 años es frecuente que las personas se quejen de pérdida o falta de memoria.

A partir de los 50 años es frecuente que las personas se quejen de pérdida o falta de memoria. Lo más habitual es la dificultad para recordar nombres, tanto de personas como de cosas. Esta sensación de pérdida de memoria en general es consecuencia de dificultades para focalizar la atención en momentos en que tenemos muchos pensamientos en la mente.

El estrés afecta a nuestra capacidad de recordar

Las alteraciones del estado de ánimo, en especial la ansiedad y el estrés, favorecen que olvidemos lo que íbamos a hacer. Por ejemplo, cuando suena el teléfono podemos dejar lo que tenemos en la mano y después no recordar donde lo hemos dejado. Es habitual oír en la consulta de Neurología pacientes que comentan: "voy a la cocina a buscar algo y cuando estoy allí no recuerdo a lo que iba".

Esta percepción de pérdida de memoria es más frecuente en las mujeres que en los hombres. Al margen de que las mujeres son más vulnerables a la demencia, este hecho también se explica por qué las mujeres piensan dos o tres cosas al mismo tiempo, cosa menos frecuente en los hombres, ya que no tenemos esta facilidad. Con la edad, se va perdiendo esta capacidad y muchas mujeres entran en alarma.

Cuando hay una tendencia a olvidar por ejemplo donde están las llaves, lo aconsejable es ser más ordenado y no angustiarse. Otra cosa es olvidarse de para qué sirve la llave. En este caso si se necesita ir al neurólogo.

A menudo se piensa que la pérdida de memoria es a causa de la enfermedad de Alzheimer, pero hay que decir que en esta enfermedad, además de la pérdida de memoria existen otras deficiencias cognitivas.

¿Por qué perdemos memoria con la edad?

Con la edad nos molestan fácilmente los ruidos, el movimiento y la actividad que nos rodea. El cerebro procesa con menor agilidad, más lentamente, y los órganos sensoriales como el oído y la vista se deterioran. Por tanto, se oye y se ve con menor eficacia que en la juventud. El cerebro debe realizar un esfuerzo más importante para percibir y registrar la información que llega. En consecuencia hay una menor actividad energética del cerebro para dedicarla a la memoria. El cerebro está más ocupado en escoger lo que es importante de lo que es accesorio, de todas las informaciones que le llegan y no puede con todo, lo que produce angustia y fatiga.

A diferencia de lo que sucede en la infancia, en la edad adulta disminuye la capacidad neuroplástica del cerebro, que consiste en la facilidad en que las neuronas se conecten unas con otras a partir de estímulos sensoriales. En las conexiones o sinapsis, se recoge y se fija lo que aprendemos. Además durante el sueño en la llamada fase REM, el cerebro hace la selección de lo que se debe guardar en la memoria y con la edad la calidad del sueño disminuye lo que contribuye a hacer más difícil el aprendizaje. Si además existe abuso de psicofármacos o alcohol la situación empeora.

Pérdida de memoria reciente, habitual en la tercera edad

Hay que añadir que a partir de los 60 o 70 años se producen alteraciones importantes en la vida de las personas, como la jubilación o la marcha de los hijos. Son cambios que originan una nueva vida para lo que nadie nos ha entrenado. Siendo mayores, con menos capacidad de aprendizaje, hemos de aprender una nueva vida, con nuevos horarios y obligaciones diferentes, pero la capacidad física del organismo no es la que era. Todo ello genera inquietud, dificultades de adaptación que pueden conllevar ansiedad, insomnio y tristeza. Es fácil comprender que en estas circunstancias sea más difícil fijar cosas nuevas a la memoria o recordar lo que hemos visto u oído. Se interpreta como un fallo de memoria lo que en realidad es una disminución del aprendizaje causado por la edad, pero también por un defecto de atención y concentración.

Es así como aparece la pérdida de memoria reciente, referida a lo que ha ocurrido en los últimos tiempos, mientras se recuerda mucho mejor lo más antiguo, cuando el cerebro tenía una mejor capacidad plástica. Las personas mayores a menudo no recuerdan lo que comieron ayer, y en cambio, recuerdan perfectamente los amigos de la adolescencia, cuando iban a la escuela, cuando hicieron el servicio militar o la casa donde vivían de jóvenes.

También es cierto que las personas adultas necesitan menos memoria porque ya no tienen que aprender conceptos vitales para vivir, por ello precisan menos información y la atención es más selectiva.

Tengo pérdidas de memoria, ¿debo preocuparme?

Muchas personas acuden consulta solas por problemas de memoria, y en la mayoría de los casos se trata de trastornos que no comportan una evolución hacia la demencia.

En otros casos es la familia la que toma la decisión de llevar a su ser querido al neurólogo o bien el médico de cabecera lo ha aconsejado. En estos casos además de una posible pérdida de memoria, suelen existir otras deficiencias como la aparición de trastornos de la conducta: el afectado no almacena bien las cosas, pierde papeles y facturas, se desorienta o aparecen dificultades en la vida diaria del paciente. Es frecuente en estos casos que el paciente no entienda o sepa el porqué se le lleva al médico.

Cuando el paciente se siente tranquilo, ya que le parece que no le ocurre nada, y por contra la familia está muy preocupada, es una señal de alarma. Cuando la familia nota que el posible enfermo está perdiendo facultades cerebrales acostumbra a ser cierto, a diferencia de cuando es el interesado quien va a la consulta creyendo que tiene la enfermedad de Alzheimer.

Evolución del deterioro cognitivo con la edad

Cuando la edad avanza, a partir de los 70-80 años, puede aparecer un deterioro cognitivo junto con la afectación de otras funciones motoras o sensoriales. Hay que recordar que con la edad se añaden a menudo otros problemas crónicos como la hipertensión arterial, diabetes o insuficiencia cardíaca, entre otras.

Al evaluar a estas personas mediante un estudio neuropsicológico, se evidencia de que existe una deficiencia cognitiva, pero no como para considerar que se trate de una demencia. A este estado se le denomina deterioro cognitivo leve y son personas que pueden llevar una vida normal con algo de ayuda familiar, un estado intermedio entre la normalidad y la demencia.

Muchas personas se mantienen así el resto de su vida, pero hay otras que al cabo de unos años acaban desarrollando una demencia. El riesgo de evolucionar hacia una demencia aumenta con los años, de manera que al cabo de diez años del diagnóstico de deterioro cognitivo leve, la posibilidad de desarrollar una demencia es alta.

Es recomendable que cuando aparecen las primeras pérdidas cognitivas se acuda a la consulta del neurólogo que valorará la importancia de las mismas y la necesidad de exámenes complementarios.

Dr. Lluis Soler Singla
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