¿Qué se debe hacer cuando alguien no quiere contar su vida?
«Venga, abuela, cuéntanos cosas de cuando tú eras pequeña», nos pide una vocecilla que, a veces, no es más que el eco de nuestros propios deseos de revivir la propia historia: volver a encontrarnos con el niño que fuimos para tomar mejor de la mano al que nos pregunta y ayudarle a construir su futuro. Recibir y transmitir: son las palabras que enlazan a las sucesivas generaciones.
A veces, el deseo de escribir el relato de una vida no es compartido por el interesado. La persona a la que uno desearía preguntar se niega a colaborar. La regla básica en estos casos es no presionarla nunca para que hable. Su negativa puede deberse a diferentes razones. La primera, que contar le resulte demasiado doloroso. Asimismo puede suceder que la persona en cuestión no sepa ni por dónde empezar o que no considere interesante su historia. En este supuesto, siempre es posible encontrar una fórmula alternativa. Por ejemplo, una estudiante consiguió narrar la vida de su abuela preguntándole acerca de los muebles y objetos que tenía en su casa: desde las cucharillas, al reloj de pared, pasando por las sillas y los adornos. ¡Es increíble lo que pueden contar los objetos!
También se puede utilizar el pretexto de hablar de otras personas. Así hizo una joven madre, que puso a su hijo el nombre de su propio abuelo paterno, Francisco, y aprovechó la ocasión para decirle a su padre: «Tu nieto se llama Francisco, como tu padre. ¿Por qué no me cuentas algunas cosas de él?». Poco a poco, el padre de la joven fue desgranado sus propios recuerdos, y disfrutando con las confidencias. Hasta entonces siempre se había negado a hablar sobre su vida.
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