7 claves para vivir más sano
Los alimentos influyen en la capacidad de frenar el envejecimiento.
Para saber si las pérdidas de memoria que empezamos a sufrir son normales o no, debemos saber en qué momento suelen empezar a producirse.
La impresión dominante es que, a medida que nuestra edad avanza, nos preocupa más nuestra memoria. De forma automática, como si se tratara de una suerte de fatalidad, nos decimos: «Me estoy haciendo viejo, por eso estoy perdiendo la memoria...». Sin embargo, excepto en casos de enfermedad neurodegenerativa, la memoria no se altera con la edad: solo se hace un poco más lenta. Todos conocemos personas de edad muy avanzada con una memoria formidable. Juventud no es sinónimo de memoria perfecta: ¿quién no ha sufrido de niño cuando trataba de aprenderse las tablas de multiplicar o los tiempos de los verbos? Sencillamente, no somos máquinas.
Hay acontecimientos, a lo largo de la vida, que nos afectan y pueden perturbar el funcionamiento de la memoria: cambios, disgustos, rupturas, etc. En este sentido, las quejas acerca de la memoria que manifiestan la mayoría de los sexagenarios no tienen nada que ver con la edad, sino con el hecho de que acaban de vivir esa gran ruptura que supone la jubilación. Repentinamente, empiezan a dar importancia a cosas que antes les parecían banales. Quizá hayan estado toda su vida buscando las llaves, pero comienzan a preocuparse por ello a los 60 años. Es cierto que antes, para no perder tiempo, las ponían siempre en el mismo sitio.
Tras la jubilación, el tiempo deja de tener la misma importancia que tenía antes y, por eso, las llaves pueden haberse dejado en la cocina, en un cenicero o encima de la cama... Se inicia una etapa de transición, en la que se busca desembarazarse de los viejos hábitos cotidianos para adueñarse del tiempo de otra manera. En general, el reajuste se prolonga de uno a dos años. Inmediatamente después, se instaura una nueva organización. Pero mientras tanto, la persona está más atenta que nunca a la propia forma de actuar y no deja de hacerse preguntas sobre sí misma, ¡y, por supuesto, sobre su memoria!
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Se nos olvida justo lo que no se nos tenía que olvidar. ¿Es significativo o no que no hayamos recordado esa cita a la que íbamos a acudir sin ganas pero sin otro remedio? ¿Se recuerdan mejor las cosas agradables?
Una de las formas de demencia, la enfermedad de Alzheimer, no solo conlleva pérdida de memoria. Supone un deterioro mental progresivo y cambios en el comportamiento. Te contamos las consecuencias de esta triste enfermedad.
¿Quién no tiene problemas de memoria? Extraviar las llaves o las gafas, tener una palabra «en la punta de la lengua», buscar desesperadamente un nombre, entrar a una habitación y no saber a qué se ha ido allí... Le pasa a todo el mundo, y no es un problema de la edad. Sin embargo, en determinados momentos de nuestra vida, esos pequeños problemas nos afectan más.
Es la encargada de traer a "nuestra cabeza" los recuerdos y ocupa un lugar primordial en el sistema cognitivo pero ... ¿qué más?
Si miramos a nuestro alrededor, no será difícil pensar en algún conocido con una memoria prodigiosa y algún otro que se caracteriza por sus continuos despistes. ¿Somos todos iguales?
¿Es posible evitar las demencias con ejercicios de memoria? El equipo médico de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid formado por la Dra Estrella Rausell, el Dr David Gomez Andrés y la Dra Irene Pulido Valdeolivas resuelven esta duda y otras: ¿Es posible prevenir las demencias? ¿Se pueden tratar? ¿Cómo puedo ayudar a la investigación de la demencias?
Nos quejamos de la memoria, pero seamos honestos: ¿cuánto tiempo hace que no la ponemos a trabajar? La respuesta puede ser «meses» o, quizás, «años». Así, no es de extrañar que esté algo oxidada. Con un poco de entrenamiento volverá a dar lo mejor de sí misma.