Cómo calmar un dolor con inflamación lumbar

Las causas que determinan la aparición de un dolor lumbar -al menos en la mayoría de los casos-, disponen una importancia relativa, ya que suelen estar vinculadas a sucesos extraídos de nuestra vida diaria. Son las conocidas como lumbalgias mecánicas, generadas por alguna clase de esfuerzo fuera de lo normal y que tienden a mejorar con el descanso. No obstante, podemos padecer otro tipo de patologías reumáticas que son susceptibles de causar molestias en el área baja de la espalda, con características definitorias y que se correspondan con las inflamaciones lumbares. Son problemáticas físicas más severas que necesitan de intervención médica urgente con el objetivo de evitar consecuencias como dolores permanentes o limitaciones en el movimientos.

Formas de calmar una inflamación lumbar

La dolencia inflamatoria más conocida relacionada con el área lumbar es la espondilitis anquilosante. Resulta una patoogía que produce una serie de molestias, con carácter difuso, a lo largo de toda la columna vertebral y que terminan irradiando hacia el sacro y las lumbares, materializándose a través de síntomas como pérdida de movilidad, sensación continua de cansancio, rigidez y fiebres con carácter leve.

En general, el desarrollo de dolor con inflamación lumbar tiene que ver con la generación de problemáticas con carácter autoinmune y que tengan componentes fundamentalmente genéticos, probablemente porque existen antecedentes similares en la propia familia. De esta forma, resulta posible incluir en esta categoría enfermedades como la artropatía psoriásica, la colitis ulcerosa o las manifestaciones secundarias de la enfermedad de Crohm. Debemos tener en cuenta, dado el carácter severo de estas dolencias, que, de no mejorar el dolor lumbar en un plazo razonable de tiempo, habremos de consultar con cierta premura a un reumatólogo.

Las inflamación lumbar suele mejorar, en la gran mayoría de ocasiones, con la ingesta de fármacos como relajantes musculares, analgésicos o antiinflamatorios, siempre y cuando dicho tratamiento esté acompañado del pertinente reposo, al menos durante la fase en la que pasamos mayor dolor. Dependiendo del caso, también es posible encontrar tratamientos en los que se recomienden antiepilépticos o antidepresivos para frenar sintomatología secundaria. Por último, la práctica de ejercicios que potencien la musculatura y mejoren la movilidad de la zona resultan de mucha ayuda.