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Ansiolíticos y sedantes en las personas mayores ¿Uso necesario o dependencia silenciosa?


Publicado por Patricia Fernández, periodista
Creado: 29 de junio de 2025 08:40 | Modificado: 29 de junio de 2025 09:00


Ansiolíticos y sedantes en las personas mayores ¿Uso necesario o dependencia silenciosa?

Muchos mayores toman sedantes sin cuestionarlos. ¿Es siempre por necesidad médica o hay detrás una dependencia silenciosa? Conocemos las causas más comunes del consumo de ansiolíticos y somníferos en las personas mayores, los riesgos que implica su uso prolongado y qué otras opciones existen para mejorar su calidad de vida.

Cuando la pastilla parece la solución

María tiene 78 años. Hace cinco que no puede dormir sin su comprimido nocturno. "Empecé con media pastilla porque tenía muchas preocupaciones. Luego fui aumentando. Ahora, si no la tomo, no pego ojo", cuenta. Su historia no es única.

En España, según datos del Ministerio de Sanidad, el 27% de los mayores de 65 años toma algún tipo de psicofármaco, siendo los ansiolíticos y los hipnóticos (como las benzodiacepinas) los más frecuentes. Estas cifras son significativamente más altas que en grupos de edad más jóvenes.

Pero ¿por qué tantos mayores los consumen?

Razones comunes para el uso de sedantes en personas mayores

1. Insomnio:

Con la edad, el sueño se fragmenta. Las fases profundas disminuyen y los despertares nocturnos aumentan. Esto genera frustración, y en muchos casos, una visita al médico termina con una receta de un hipnótico. Aunque puntualmente pueden ayudar, su uso a largo plazo es problemático.

2. Ansiedad y duelo:

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La jubilación, la pérdida de seres queridos o el miedo a enfermar provocan ansiedad. Muchas personas mayores no verbalizan estos miedos y simplemente dicen que "no se encuentran bien". En lugar de acompañamiento psicológico, se les ofrece un ansiolítico.

3. Dolor crónico:

Enfermedades como la artrosis, la fibromialgia o las secuelas de caídas hacen que muchos vivan con dolor. A veces se recurre a relajantes musculares o sedantes para mitigar el malestar, sin abordar el origen del dolor con terapias más amplias.

4. Soledad:

La falta de interacción social puede derivar en síntomas depresivos o ansiosos que se tratan farmacológicamente. En algunos casos, el sedante sustituye al contacto humano.

El riesgo de una dependencia silenciosa

Aunque los sedantes pueden ser útiles en momentos puntuales, su uso prolongado trae consigo importantes riesgos, especialmente en mayores.

  • Dependencia física y psicológica:
    Muchos usuarios acaban necesitando la pastilla para dormir o tranquilizarse, aunque el motivo inicial haya desaparecido. Disminuir la dosis produce insomnio, irritabilidad o ansiedad, perpetuando el ciclo.
  • Deterioro cognitivo:
    Estudios recientes, como el publicado en The BMJ (2014), han relacionado el uso continuado de benzodiacepinas con un mayor riesgo de desarrollar Alzheimer. Aunque no se establece causalidad directa, sí existe preocupación por su impacto a nivel neurológico.
  • Mayor riesgo de caídas y fracturas:
    Los sedantes ralentizan los reflejos y pueden producir somnolencia diurna, aumentando la probabilidad de tropiezos, especialmente durante las visitas nocturnas al baño.
  • Interacciones con otros medicamentos:
    La polimedicación es común en mayores. Los sedantes pueden interactuar con antihipertensivos, analgésicos o antidepresivos, complicando su efecto o potenciando reacciones adversas.

Testimonios que abren los ojos

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Luis, de 83 años, cuenta: "Empecé con unas gotas porque estaba muy nervioso tras la muerte de mi mujer. Luego las seguí tomando sin saber por qué. Me sentía torpe, como si no pensara con claridad".

Su nieta, Ana, fue quien dio la voz de alarma al ver que su abuelo ya no recordaba pequeñas cosas y tenía frecuentes caídas. "Nos dimos cuenta de que las pastillas le estaban afectando más que ayudando", explica.

Con el apoyo de su médico y un plan progresivo de retirada, Luis logró reducir el consumo, empezó a acudir a un grupo de duelo y se implicó en actividades del centro de mayores de su barrio. "No he vuelto a dormir como antes, pero ahora descanso sin miedo a no despertar bien", reconoce.

¿Qué alternativas existen?

Reducir el uso de sedantes no significa ignorar el sufrimiento de la persona. Existen múltiples estrategias, algunas farmacológicas y otras no, que pueden ayudar a mejorar su bienestar sin los efectos adversos de los sedantes tradicionales.

1. Terapia psicológica adaptada a mayores

La terapia cognitivo-conductual ha demostrado ser eficaz contra el insomnio y la ansiedad en personas mayores. Aunque aún no está ampliamente implantada en el sistema público, cada vez más asociaciones y centros de salud la incluyen.

2. Melatonina y fitoterapia

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La melatonina, especialmente en formato prolongado, puede ser una opción más segura para tratar el insomnio. Algunas plantas como la valeriana o la pasiflora, aunque no exentas de riesgos, presentan un perfil de efectos secundarios menor.

3. Ejercicio físico moderado

Caminar, practicar taichí o yoga suave mejora el descanso nocturno y reduce la ansiedad. También aumenta el contacto social y refuerza la autoestima.

4. Higiene del sueño

Establecer rutinas, evitar las siestas largas, eliminar pantallas por la noche y mantener un ambiente adecuado en el dormitorio puede mejorar significativamente la calidad del sueño.

5. Actividades significativas

Participar en talleres, cursos o actividades comunitarias puede reducir la sensación de vacío y soledad que a menudo subyace tras el uso de sedantes.

El papel de las familias y los profesionales

Las familias tienen un papel clave. No se trata de culpar, sino de observar. Si notamos que un mayor está más somnoliento, ha cambiado su comportamiento, cae con frecuencia o se aísla, debemos hablar con su médico. Preguntar directamente por la medicación, pedir una revisión y conocer los riesgos es un derecho.

Del mismo modo, los profesionales sanitarios deben recibir formación específica para abordar la salud mental de la tercera edad con herramientas más allá del recetario. La atención primaria, en particular, necesita más tiempo y recursos para acompañar estos procesos con humanidad y eficacia.

El uso de ansiolíticos y sedantes en las personas mayores plantea un dilema complejo. En algunos casos, son necesarios y útiles. En otros, esconden un sufrimiento que podría abordarse de forma más humana y segura. Informarse, observar y preguntar puede ser el primer paso para romper con una dependencia silenciosa y devolver a nuestros mayores una vida más plena y consciente.

Bibliografía

  • Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS). Informe de uso de benzodiacepinas.
  • The BMJ (2014). "Benzodiazepine use and risk of Alzheimer's disease: case-control study".
  • Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG). Guía de manejo de psicofármacos en mayores.
  • Ministerio de Sanidad. Encuesta Nacional de Salud 2020.
  • Fundación Pilares para la Autonomía Personal. Guía de alternativas no farmacológicas para mayores.
  • Sociedad Española de Sueño (SES). "Sueño saludable en personas mayores".

 

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