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La importancia de la siesta a partir de los 60 años, pero con precaución


Publicado por Patricia Fernández, periodista
Creado: 29 de junio de 2025 09:22 | Modificado: 29 de junio de 2025 09:39


La importancia de la siesta a partir de los 60 años, pero con precaución

La siesta es casi una institución en muchos hogares, pero a partir de los 60 años puede convertirse en una aliada o en una pesadilla para sueño nocturno. Dormir tras la comida tiene beneficios reales, siempre que se haga con cabeza. Hoy hablamos, con naturalidad y sin tecnicismos, de la siesta a partir de los 60 años.

Dormir después de comer: ¿pereza o sabiduría?

Lo primero es quitarle el sambenito. Dormir un rato después de comer no es "de vagos", ni de "quien no tiene nada que hacer". En realidad, se trata de una costumbre que nuestro cuerpo pide de forma casi natural. Y en las personas mayores, esa pequeña pausa puede marcar la diferencia entre una tarde llevadera o una arrastrada a base de cafés y bostezos.

A partir de los 60 años, los ritmos circadianos (esos relojes internos que nos dicen cuándo es hora de dormir o de estar activos) se modifican. El cuerpo se cansa antes, la energía fluctúa y muchas veces, después de comer, llega ese sopor tan clásico como inevitable. Y ahí está la clave: no se trata de resistirse, sino de saber cómo convertir ese descanso en un aliado, y no en un ladrón de sueño nocturno.

Cómo debe ser la siesta a partir de los 60 años

El principal error que solemos cometer con la siesta es confundirla con una segunda noche. Dormir dos horas de tarde es como darle al cuerpo una cucharada de energía, pero con sobredosis. ¿Qué pasa luego? Pues que llega la noche y no hay quien cierre los ojos hasta las tres de la madrugada.

Por eso, los expertos recomiendan que la siesta a partir de los 60 años dure entre 20 y 30 minutos. Ese tiempo basta para refrescar la mente, recargar un poco las pilas y volver a las tareas con mejor ánimo. Si se alarga más de una hora, el cuerpo entra en fases profundas de sueño, y al despertarse es normal sentirse aturdido, con "resaca de siesta", como diría más de uno.

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Consejo de abuela: "Echa la siesta sentado en el sofá, y así no te pasas de la raya". Y no le falta razón: si uno se mete en la cama, con pijama y persiana bajada, el cerebro interpreta que ha llegado la noche y ahí empiezan los problemas.

¿A qué hora es mejor echarse la siesta?

La siesta tiene su mejor momento entre la una y las tres de la tarde. Más tarde de las cuatro puede ser contraproducente. Si te echas la siesta muy cerca de la noche, se acorta esa "ventana de sueño" que necesita el cuerpo para tener sueño por la noche, y corres el peligro de sufrir insomnio: vueltas en la cama, mirada al techo, el tic-tac del reloj que no perdona...

También es importante respetar los ritmos del propio cuerpo. Hay quien necesita esa siesta como el café de media mañana, y quien, por el contrario, siente que con solo cerrar los ojos un ratito ya tiene suficiente. No hay una fórmula universal, pero sí una recomendación clara: que la siesta no reste al descanso nocturno.

Beneficios de una buena siesta a partir de los 60 años

Dormir un rato por la tarde aporta una serie de beneficios que conviene recordar, sobre todo en las personas mayores:

  • Mejora el estado de ánimo. Un buen sueño reduce la irritabilidad, el mal humor y el cansancio acumulado.
  • Potencia la memoria y la atención. Numerosos estudios han mostrado que la siesta ayuda a fijar mejor los recuerdos, especialmente en personas mayores.
  • Reduce la presión arterial. Dormir un rato puede actuar como un pequeño "reinicio" del sistema cardiovascular.
  • Aumenta la energía para la segunda parte del día. Las tardes no tienen por qué ser una cuesta arriba si se ha dormido con moderación.
  • Favorece la creatividad. Tras un breve sueño, la mente se siente más despejada para tareas como leer, coser, pintar o simplemente disfrutar de una conversación.

¿Y si no puedo dormir la siesta?

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También es válido. La siesta no debe vivirse como una obligación. Muchas personas mayores, sobre todo si duermen bien por la noche, no sienten necesidad de echarla. En esos casos, es suficiente con reposar unos minutos después de comer, sentarse en un sillón cómodo, cerrar los ojos o simplemente disfrutar de un momento de calma.

Otra opción es sustituir la siesta por actividades relajantes: leer, escuchar música tranquila, hacer ejercicios suaves de respiración o mindfulness. Todo lo que ayude a bajar revoluciones sin necesidad de dormirse es válido.

Señales de que la siesta no está ayudando

La siesta a partir de los 60 años debería mejorar el bienestar. Si ocurre lo contrario, conviene revisarla. Algunas señales de alarma:

  • Te cuesta mucho dormir por la noche.
  • Te despiertas de mal humor tras la siesta.
  • Tienes sensación de confusión o desorientación después de dormir.
  • Sientes más somnolencia en lugar de menos tras la siesta.

Si estos síntomas aparecen con frecuencia, tal vez sea necesario ajustar la duración o la hora, o incluso consultar con el médico para descartar otros trastornos del sueño.

El entorno ideal para una siesta reparadora

Tampoco hace falta convertir el salón en un spa, pero hay ciertos trucos que ayudan:

  • Luz natural suave. No hace falta oscurecer del todo la habitación.
  • Temperatura agradable. Ni frío ni calor excesivo. Entre 20 y 22 °C es lo ideal.
  • Silencio o sonidos relajantes. Nada de tele encendida con noticias o series ruidosas. Mejor música instrumental o el sonido de la calle.
  • Ropa cómoda. Sin apreturas, ni cinturones, ni mantas pesadas.

Una tradición que vale la pena cuidar

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La siesta a partir de los 60 años no es solo una costumbre: puede ser un pequeño ritual de bienestar. Pero como todo en la vida, la clave está en el equilibrio. Dormir justo lo necesario, a la hora adecuada, y sin convertirla en una excusa para desordenar el sueño nocturno.

La siesta no es un lujo, es una herramienta. Bien utilizada, nos ayuda a vivir con más energía, más lucidez y mejor humor. Así que ya sabes: si te apetece dormir un rato, hazlo, pero con medida.

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